viernes, 5 de septiembre de 2014

ASESINADOS EN BOADILLA (SALAMANCA) POR NO SER RECLUTAS DE FRANCO

2014-08-30 17.39.00 
Félix Población

Boadilla es una pequeña localidad en del municipio salmantino de La Fuente de San Esteban, en la comarca del Campo del Yeltes. En 2010 contaba con una población de 189 habitantes, de los cuales 99 son varones y 90 son mujeres. El pasado sábado 30 de agosto, cuatro republicanos asesinados en el verano sangriento de 1936 por el ejército franquista, fueron recuperados del olvido mediante la colocación de una placa en el cementerio del lugar. 

Entre los familiares que asistieron al emotivo acto se encontraba Isabel Mateos, que así quiso homenajear a su abuelo Esteban, cuyo restos se hallan bajo el pavimento, a la entrada del llamado cementerio civil, en una fosa común compartida con otros tres compañeros. Han transcurrido 78 años desde aquel infausto verano en que sin motivo, defensa ni juicio, los cuatro fueron ejecutados, dejando sumidas a sus familias en el dolor, privadas del luto y el honor de un lugar donde poder llorar su ausencia. 

Como tantos otros miles de familias en España, que aún aguardan el derecho de enterrar con dignidad a las víctimas del franquismo, los familiares de estos ciudadanos hubieron de soportar el miedo, sometidos al castigo y a la rabia de ver campar a los verdugos de los suyos con total impunidad, sin que los casi cuarenta años de régimen democrático prestasen atención a esa deuda humanitaria.

Esteban Mateos Mateos, el abuelo de Isabel, había nacido en Robleda y residía en la misma localidad, de donde era concejal cuando el 18 de julio estalló el golpe militar. Era hijo de Francisco Mateos Pascual (tio Pacu Rosu) y de Josefa Mateos Mateos. De profesión labrador, estaba casado con Isabel Lozano Sánchez y tenía  tres hijos de corta edad. Con motivo de la llamada de los mozos a filas para incorporarse al incipiente ejército sublevado, en Robleda tuvo lugar un altercado el 10 de agosto de 1936, cuando varios vecinos, sin que llegaran a utilizar la fuerza, intentaron impedir la marcha de los chicos, quienes finalmente se vieron obligados a partir. 

Esteban sería detenido, ilegalmente, junto a su hermano Tiburcio y otros cinco vecinos del pueblo, por falangistas de Ciudad Rodrigo que se personaron en Robleda tres días después. De estos siete vecinos, cuatro fueron trasladados en un camión desde Robleda en dirección a Salamanca, sin que llegaran a la capital de la provincia,  ya que fueron ejecutados extrajudicialmente en la carretera, a la salida del pueblo de Boadilla.

Sus cuerpos sin vida fueron abandonados en una cuneta y descubirtos por un niño de Boadilla, que contaba entonces ocho años. Posteriormente serían trasladados al cementerio de esa localidad, donde se les dio sepultura. En Boadilla siempre se desconoció su identidad, pues se pensó que se trataría de gente serrana, debido a su indumentaria y a algunas de las pertenencias que pudieron hallar, como una piedra de afilar. Lo qué sí quedó grabado en la memoria de los más viejos lugareños fue la violenta imagen del crimen.

Merced a los testimonios de los vecinos y a la búsqueda incansable de Isabel Mateos ha sido posible reconstruir las últimas horas de vida de Esteban, Tiburcio, Julio y Emilio. Los cuatro han recuperado finalmente la dignidad debida a su memoria, casi ochenta años después de su asesinato por oponerse a ingresar en el ejército golpista. Se calcula en un millar el número de víctimas mortales que ocasionó la represión franquista en la provincia de Salamanca, donde apenas hubo resistencia republicana desde el inicio de la guerra.



                           DdA, XI/2.781                         

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