Cuando una piensa que en este país ya no caben más
escándalos, la casta política y empresarial que padecemos da otro giro
de tuerca en su espiral de desfachatez y latrocinio. No va
más, señores. Aquí da la impresión de que nos roba hasta el Tato.
Dirigentes de la patronal, mandatarios políticos u "honorables" sagas
familiares como las de los Pujol actúan como auténticas bandas
organizadas saqueando el patrimonio público.
El entramado corrupto tiene
que tener largos tentáculos para que se produzcan situaciones tan
kafkianas como que Jordi Pujol junior recibiera de Hacienda una
devolución por el triple de los ingresos de su empresa. Prueben ustedes,
mindundis como servidora, a escaquear un euro al fisco. Toda la furia
tributaria recaería sobre nuestras defraudadoras testas. Otra modalidad
de la indecencia son las "mordidas" que muchos responsables políticos o
de la administración ven como un suplemento de sus honorarios.
La privatización para
realizar tareas que pueden ser realizadas desde la gestión pública no
responde a otra causa que la de entregar el dinero de todos a la rapiña
de empresas que luego agradecerán la concesión con abultados sobres. No
hay mas que observar la conflictividad laboral que es constante en las
subcontratas municipales y autonómicas.
Las contratas son adjudicadas a grandes empresas que presentan presupuestos temerarios. Luego, para rentabilizar el business,
necesitan arrasar puestos de trabajo y derechos laborales con el
resultado de la prestación de un servicio precario y deteriorado.
Barrenderos, limpiadoras, jardineros, lavanderos... pertenecemos a otra
subcasta. Mercancía proletaria que engorda la buchaca de honorables
cuatreros.
Pero oigan, todo tiene un límite. Y los presuntos esclavos
somos alérgicos a los grilletes. Están soplando nuevos vientos en el
panorama político. Quizás, las trabajadoras y trabajadores de las
subcontratas debamos pasar a la ofensiva desmontando este garito de
trampas y mentiras. Es cuestión de echar cuentas. Y las tenemos hechas. Confrontándolas
con las suyas ante la opinión pública, ¿cuál puede ser la excusa para
mantener este sistema? Lo han adivinado sí. No hay excusa, es pura
codicia.
Como he dicho antes, están soplando nuevos vientos.
Nuevos aires que quieren purificar la peste a podrido que respiramos.
Desde Aragón arrimaremos el Cierzo, que no es cojo. Que hay que que "aventar" a la mierda, (como diría "el abuelo") mucha, mucha mierda. Cierzo rojo.
DdA, XI/2.770
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