martes, 29 de julio de 2014

LA FEINA BEN FETA NO TÉ FRONTERES, JORDI PUJOL

Jorge Izquierdo

Yo tenía un presidente, de aire ausente, pequeño y algo peludo, con aires de estadista; de papá de toda la tropa política española.  Aunque nunca gozó de gran estima por mi parte siempre estuvo allí, durante muchos años. Uno se acostumbra a todo. Hubo gente que se acostumbró a Franco, y a otros nos tocó acostumbrarnos a Jordi Pujol.

Fueras español o exclusivamente catalán, Pujol, estaba allí.  Catalunya, no simplemente la autonómica, toda en general,  y Jordi Pujol, eran la misma cosa. Se dice rápido, 23 años (1980-2003)  gobernando Catalunya y parte del extranjero, a España, para entendernos. Era un grande de la política española. Todavía lo es.

Con Pujol en España se aprendió que la “j” se pronunciaba “y”; con Pujol se hicieron los primeros chistes de la Transición donde se le hacía protagonista de los topicazos catalanes (“Señor Pujol, ¿se ha tirado un pedo?” “Perdone, se me habrá caído porque yo tirar no tiro nada”). Si hubieras preguntado a cualquier persona del país por el nombre de un político importante en los 80, 90 y entrado el siglo XXI, Jordi Pujol hubiera estado en boca de muchos.

Con Pujol aprendimos lo que era un partido bisagra y cómo se podía marcar el rumbo de  un país como España disponiendo de una minoría catalana. Con Pujol vimos que políticos españoles, perdón, catalanes, podían hablar francés, alemán e inglés y evidentemente catalán. Pujol comenzó a ser un político VSO. Era aparecer él y te lo subtitulaba el telediario. En Catalunya también se hacía,  pues el hombre hablaba muy rápido y no se entendía nada de nada. A Pujol no le entendía ni Dios pero ponía tal cara de concentración que uno pensaba que seguramente era muy importante lo que estaba diciendo.

Con Pujol vimos caer Banca Catalana, un banco fundado por su padre, pero por iniciativa de su hijo, Jordi Pujol. El primer banco de Catalunya, que disponía de más oficinas que el mismo Banco de Sabadell y en el que Jordi Pujol, que había estudiado para médico, era ni más ni menos que el vicepresidente de una entidad que era por tamaño la décima de España y primera de Catalunya. Sonaba a presagio: Jordi Pujol I de Catalunya y X  de España.  

El sueño de Pujol, un banco catalán fuerte,  dejó un agujero de 130.000 millones de pesetas, hasta que finalmente fue intervenido por el Banco de España  y vendido al actual BBVA (¡anda! el mismo que ha comprado CatalunyaCaixa o Caixa Catalunya, o como se llame).  Hablamos de 1982, un año que pasó a la historia por el Naranjito, el mundial de fútbol organizado por España y en el que 130.000 millones era un dineral, me temo que mucho que más que el actual y mal llamado rescate bancario y en el que no pasó .

En 1984, los fiscales Carlos Jiménez Villarejo (sí, sí el de Podemos)  y José María Mena presentaron una querella contra directivos de Banca Catalana, entre los que se encontraba el propio Pujol, por el supuesto desvío de fondos. En concreto, se les acusaba de tener una caja “B”, dinero no declarado, con el que compraban inmuebles para financiar distintas operaciones. Villarejo también sostenía, entre otros cosas, que Pujol y el resto de consejeros se habían repartido 516 millones de pesetas en dividendos entre 1974 y 1976, cuando el banco ya tenía importantes pérdidas. El caso Banca Catalana fue sobreseído, que como su nombre indica tiene mucho de sobre y de reído, y Jordi Pujol quedó libre de toda culpa. No pasó ná.

Y resulta que Jordi Pujol era un chorizo. Un descuidero, según la RAE, un ladronzuelo que nunca tuvo tiempo, durante más de 30 años para declarar que tenía unos dineros heredados de su padre. ¿De su padre o de Banca Catalana? Un padre de la patria, ya se sabe, no tiene tiempo para minucias y menos para declarar algo a una agencia española. Pujol anunció un viernes 25 de julio de 2014 que nos tuvo engañados durante 30 largos años, que ha regularizado su situación con la Hacienda española y pidió perdón a “tanta gente de buena voluntad que puedan sentirse defraudados en su confianza”.

La feina ben feta no té fronteres. Ahora lo entiendo Jordi, ahora lo entiendo.

Pues no te perdono. Quiero que me cuentes, me encantaría que cara a cara, a pesar de tus 84 años, qué has sentido durante estos 30 años al ver gente en la cárcel por robar para comer. Quiero que me cuentes cómo se puede hablar de hacer país con el dinero en ¿Andorra, Suiza o donde sea? Quiero que te juzguen, que la historia tarda mucho en hacerlo, y saber de dónde has sacado el dinero. Quiero que te despojen de cualquier cargo y título por simbólico que sea.

Treinta años son muchos, toda una vida, toda una transición hacia ninguna parte. Has dejado a CIU en la UCI y, aunque pinchan en hueso los que piensan que tus corruptelas durante años afectarán al proceso independentista, lo que te has cargado es algo mucho peor: la poca confianza en la clase política que todavía podía quedar.


Puntos de Página

+@El cuento de los Pujol, por Ignacio Escolar


                                 La Marea  DdA, XI/2.757                              

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