Félix Población
Es muy amena y hacedera la senda que lleva a la Cueva del Cobre desde la pequeña localidad de Santa María de Redondo (Palencia), que a primera hora de mañana ofrecía un sosegado y plácido encanto, con los mastines somnolientos, tumbados al primer sol del día, aliviador de la fresca nocturna a que les obliga su inteperie avizor. Se sigue en principio el curso del Pisuerga, que discurre menor y rumoroso, hasta que el camino asciende un poco y se embosca entre robles, castaños, acebos y abedules. Eso ocurre cuando se llevan más de dos kilómetros de andadura y los parajes permiten un itinerario sombreado, muy placentero en los días de calor.
La pendiente se hace más dura al final de la ruta, por lo que se llega a la Cueva del Cobre con el sudor pegado a la mochila. Es recomedable, por lo tanto, resguardarse del frío aliento que sale del interior de la caverna o protegerse con algo de ropa si se quiere penetrar en la misma, con más de ocho kilómetros de fondo, según nos comentan unos espeleólogos que se disponían a internarse en los tres primeros. Dentro, la sensación de frescor era tan intensa como la que propicia la humedad del ambiente y el manatial sonoro del agua discurriendo entre las rocas. A esa música del agua que da cauce al Pisuerga se une el veloz y sinuoso aleteo de los aviones roqueros, entrando y saliendo de la cueva donde ponen sus nidos. También frecuentan el lugar los cuervos, cuyo graznido resuena en la oscuridad con mucha mayor intensidad de enojo del que normalmente sugiere.
Aunque de siempre se pensó que el Pisuerga nacía en la misma cueva, el río lo hace en realidad unos kilómetros más arriba, en las las laderas del Vladecebollas, a más de dos mil metros de altura. Allí, el agua de la nieve derretida y la lluvia dan cauce a varios arroyos y pequeñas lagunas cuyas aguas se filtran por una sima en el sumidero del Sel de la Fuente, fluyendo hasta el interior de la Cueva, desde la que se deslizan en verano con una mansa resurgencia que en primavera es una auténtica torrentera.
Al Pisuerga en ese primer tramo de su cauce confluyen las aguas navales de las montañas que rodean el amenísimo valle ganadero de Redondo, cuyo caserío sorprende por la pétrea solidez de sus casonas, algunas de ellas blasonadas y con detalladas inscripciones acerca de la identidad de sus antiguos propietarios, como las que podemos apreciar en Santa María. El valle fue repoblado en tiempos de los primeros reyes leoneses, allá por los siglos IX y X.
Hasta la Cueva del Cobre hay que salvar un desnivel de 400 metros, que se aprecia sobre todo en el último tramo de la ruta. El regreso se puede hacer por otro camino, que discurre por lo alto y es por lo tanto menos emboscado, desde el que se pueden contemplar -en el primer tramo todavía arboleado- bicentenarios y hasta tricentenararios robles, para pasar después a las altas praderías circundadas por la soberbia magnitud de las montañas, ya caladas en la primera niebla vespertina.
Una vez en el hotel, los amables y eficaces gestores de El Roble, un negocio familiar que funciona con excelentes diligencia en Cervera de Pisuerga, ofrecerán a los caminantes una sencilla y honrada cena en un ambiente muy acogedor que aconsejo disfrutar a quienes se enamoren o estén ya enamorados -como el que suscribe- de la atrayente y siempre visitable montaña palentina.
DdA, XI/2.757
1 comentario:
Conozco la zona y comparto el amor de Félix. Tomo nota del consejo para la pernocta y manutención. Siempre es de agradecer en una época en que los hoteles son tan informales y en ocasiones poco fiables a la hora de cobrar por los servicios extras.
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