Félix Población
Ayer fue un día de combate contra
los trabajadores en la FAES y en la Patronal CEOE. (El término combate lo utilizo en
honor a un energúmeno con pajarita de cuyo nombre no puedo acordarme, que dijo
en una tertulia de la caverna mediática que había que combatir a Podemos y de
paso llamo imbécil a este país por los votos cosechados por ese partido).
La fundación del Partido Popular,
asesora de su ideario, no se conforma con la reforma laboral que sumó casi un
millón de españoles más al paro, sino que ahora pretende eliminar o reducir el
salario mínimo y hacer algo semejante con las prestaciones por desempleo. Al
menos eso es lo que se lee en el documento
"Reflexiones sobre
el mercado de trabajo: continuar la reforma", coordinado por el
director general de Estrategia y Fomento del Empleo de la Comunidad de Madrid,
Valentín Boté, y con Miguel Marín, responsable de políticas económicas y de
empleo de FAES, como director.
Por otro lado, en esa misma línea
de combate, el presidente de los empresarios españoles, Juan Rosell, achaca falazmente a
las amas y amos de casa que las cifras del paro se incrementen y ensombrezcan
así la vibrante y jubilosa realidad que el Gobierno observa en la calle, pues
hasta un millón de ciudadanos en esas circunstancias -millón contante y redondo- se han apuntado a
las listas del paro “para intentar cobrar algún subsidio”.
A la vista de esta
doble noticia coincidente en un mismo día, todo indica que las reflexiones de la FAES y las reflexiones en
voz alta de Rosell está cortadas por el mismo patrón, un patrón que guarda
estrecha relación con el acoso que desde el vigente Gobierno se está ejerciendo
contra el movimiento sindical y contra los trabajadores en general. Hay
ejemplos sobrados en los últimos meses que demuestran la represión, el amedrentamiento
y la criminalización de los ciudadanos que protestan o se resisten ante la
política de recortes que se viene aplicando en este país. Así lo demuestran las
reformas que se están dando en el Código Penal y la Ley de Seguridad Ciudadana,
que en lugar de dar seguridad jurídica, siembra un campo de minas en que
penetra cualquier trabajador que participe en un acto de protesta.
Así ocurre con el
artículo 315 del Código Penal, en manos de fiscales y jueces que interpretan de
forma restrictiva el derecho de huelga. Solo en Comisiones Obreras hay más de
150 sindicalistas con 49 procedimientos sancionadores abiertos, promovidos por
la Administración del Estado y el Ministerio Fiscal por participación en
huelgas, según nota hecha pública por este sindicato.
Dos trabajadoras, Ana y Tamara, han sido condenadas a
tres años de cárcel por participar en una huelga del Centro Deportivo Campo
Longo de Pontevedra, en la que reclamaban un convenio colectivo que regule las
condiciones de trabajo en su sector. Los hechos por los que han sido juzgadas
consisten en volcar un vaso con pintura dentro de una piscina, causando unos
daños materiales que ascienden a unos 1.000 euros. Entiende el juez, a petición
del fiscal, que este acto presionaba a otros trabajadores del centro,
pese a las declaraciones en contra de las trabajadoras que decidieron seguir en
su puesto de trabajo.
Ocho sindicalistas
de Airbús son aleatoriamente identificados por participar en un piquete
informativo disuelto de forma violenta, en las puertas de la empresa, durante
la huelga general de septiembre de 2010 y son acusados de los mismos daños y
por las mismas actuaciones, pese a no existir identificaciones. Son
sindicalistas y forman parte del Comité de Empresa. Eso parece bastar al fiscal
y al juez para pedir 8 años de cárcel para cada uno de ellos.
La secretaria general de CCOO en Baleares, Katiana Vicens, se enfrenta a una petición fiscal
de cuatro años y medio de prisión, por participar en un piquete durante la
huelga general del 29 de Marzo, en una estación intermodal. Alguien rompe una
luna de un autocar y la persona más conocida entre la multitud es Katiana, por
lo cual la menuda sindicalista se convierte en objeto de las iras de la
justicia.
Tal pareciera que
tanto la FAES como el presidente de la Patronal y el Gobierno se hubieran
puesto de acuerdo en instigar al unísono algo con tanto riesgo para una sociedad
civilizada y en paz como es el odio de clase, pues cuanto se legisla o se
proyecta busca la conducción hacia la desesperación
de millones de ciudadanos a los que se les sigue privando de trabajo y futuro, con
mermas muy notables no solo en Sanidad y Educación, sino en el propio derecho a manifestar su protesta o ejercer sus derechos sindicales. Lo que hay más allá de la
desesperación no debería asomar a la luz de nuestros días, pero me temo que se
está gestando.
Hace tan sólo unas semanas la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) publicaba una actualización de sus datos internacionalmente comparables sobre desigualdad (hasta 2011), en los que se constataba el aumento de la desigualdad en España. Nuestro país es en 2011 el primero de la OCDE con una distribución del ingreso más desigual. La desigualdad en la distribución, entre el 20% de la población de mayor renta y el 20% de menor renta, ha aumentado en España de 5,3 veces en 2007 a 6,8 veces en 2011. Cerca de 4,5 millones de conciudadanos buscan trabajo.
Hace tan sólo unas semanas la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) publicaba una actualización de sus datos internacionalmente comparables sobre desigualdad (hasta 2011), en los que se constataba el aumento de la desigualdad en España. Nuestro país es en 2011 el primero de la OCDE con una distribución del ingreso más desigual. La desigualdad en la distribución, entre el 20% de la población de mayor renta y el 20% de menor renta, ha aumentado en España de 5,3 veces en 2007 a 6,8 veces en 2011. Cerca de 4,5 millones de conciudadanos buscan trabajo.
Puntos de Página
+@Las diez trampas de la FAES sobre el empleo, por Ignacio Escolar
DdA, XI/2.735
1 comentario:
Teme el autor decir la palabra odio, pero es el sentimiento que se engendra cuando llega el hambre y eso la lo tenemos entre los niños.¿O es que los niños se apuntan al hambre, Rosell?
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