No soy lector de novela. Dejé de
serlo ante la mediocridad del género en España, que salvo contadas excepciones
me parece muy poco atrayente. Por eso me extrañó mi actitud ante la primera
novela de una escritora asturiana, cuyo nombre desconocía, publicada hace ahora
un año en Alfaguara. Me bastó saber de
qué trataba la historia para interesarme por el libro y comprarlo, una vez
leídas las primeras páginas. Supe desde ese momento, además, que no me iba a
defraudar. Lo que no pensé es que me iba a entusiasmar.
Son dignas de celebración las
ocasiones en que una primera novela de un autor sin nombre obtiene tan
excelente acogida por parte de los lectores. Esto es lo que ocurrió y sigue
ocurriendo con “Dejar las cosas en sus días”, de Laura Castañón (Mieres, 1961).
La historia discurre en Bustiello, localidad situada en la cuenca minera del
Caudal, durante el primer tercio del siglo XX. Una periodista decide investigar
en el pasado familiar, al tiempo que busca los restos de su abuelo, asesinado
durante la Guerra Civil. Se conjugan en la novela dos tiempos, el de pasado
de la familia Montañés en el citado pueblo donde el marqués de Comillas hizo
frente al sindicalismo de clase con la instauración del sindicato católico, y
el de Aida, la periodista, y sus relación sentimental con un actor y el padre
de éste, al que el riesgo del Alzheimer sitúa en el compromiso de dar cuanto
antes testimonio de su memoria.
El balance de ventas del libro en
2013 (apenas cinco meses) rebasó más de la mitad de la primera edición
(7.000 ejemplares), sin que las campañas mediáticas para promocionarlo
hayan
destacado precisamente por su generosidad, como ocurre con otras obras de autores más afamados. Todavía estos días
hemos sabido que, en la última edición de la Semana Negra, la novela de
Castañón fue el segundo libro más vendido después de “Curso urgente de política
para gente decente”, de Juan Carlos Monedero, el líder intelectual de Podemos, actualmente
en la cresta de la ola mediática.
Coincide en este caso el éxito
comercial del libro de Castañón con su notable calidad literaria, que algunos críticos
situaron sin reserva al lado de la de Clarín o Flaubert. Personalmente encontré
muchos pasajes merecedores de relectura por su belleza estilística y unos personajes
con una entidad tipológica muy viva, capaces de entrañarse en el lector con el
discurrir de las incidencias y conflictos planteados, de gran hondura
emocional. Quizá el éxito del libro radique precisamente en que es una novela
de sentimientos, sin que la autora caiga en el sentimentalismo.
Cuando hablé con Laura hace un año, casi
al tiempo de leer su primera novela, me comentó que estaba un poco preocupada porque, a
raíz de la repercusión que estaba teniendo “Dejar las cosas en sus días”, llevaba
semanas sin escribir nada de la segunda, como si le atenazara un exceso la
responsabilidad ante la obligación de no defraudar a sus lectores. Me ha
reconfortado saber, charlando hace unos días con ella, que lleva muy adelantada
esa segunda parte de lo que será una trilogía, con las vivencias de uno de los
personajes (Paloma) en el París también del primer tercio de siglo y episodios
relacionados con la historia gijonesa durante las décadas de los sesenta y
setenta.
No tiene de momento Laura Castañón
título alguno para su segunda novela, también auto-conclusiva dentro de la
trilogía que ha proyectado. Tampoco fecha para terminarla, porque trabaja
sin urgencias y siguiendo su ritmo de escribir cuando le apetece y no como una
obligación cotidiana adscrita a un horario. Cada día sigue recibiendo noticias
de sus lectores, a las que presta suma atención, porque si algo tiene el éxito
de estimulante –entiende esta autora- es saber las emociones que te participan
quienes han leído la novela. Darían para escribir un libro y ponerlo a
disposición de los turistas literarios que ahora se acercan hasta Bustiello
para conocer el ámbito geográfico donde discurre la historia que tanto les
sedujo. Apunto la idea, por si cuaja.
*Artículo publicado hoy también en Astures.info
DdA, XI/2.751
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