miércoles, 11 de junio de 2014

UN CHACINERO HACE MÁS POR SU NEGOCIO QUE UN PRÍNCIPE DE ASTURIAS

Jaime Poncela

Un proveedor de embutidos de Jabugo me ha mandado una interesante propuesta comercial. Si yo le hago un pedido de jamones, lomos y otras exquisiteces porcinas y la Roja gana el Mundial de Brasil, el industrioso chacinero me lo regala todo, desde la pezuña del marrano hasta el cordel del último chorizo. Me parece razonable la apuesta, ya que aunque las posibilidades matemáticas de perder mi dinero son muchas, siempre me quedará el consuelo de comer jamón de Jabugo aunque sea pagando. Si gano el concurso, miel sobre hojuelas. Uno se pasa el día tomando decisiones en las que el azar tiene mucho que ver, aunque prefiere hacerlo cuando hay alguna mínima contrapartida. Se puede uno arriesgar a comer jamón del bueno y soñar con la posibilidad de que, además, salga gratis. La apuesta lo merece. Si la Casa Real hiciera a los españoles una propuesta comercial parecida a la del señor jamonero de Jabugo, seguramente los ciudadanos saborearíamos la democracia con mucho más placer aunque finalmente nos costase dinero. Pongo por caso que el heredero del trono de España, pata negra de la españolidad y la modernidad según se nos dice a todas horas, nos ofreciera la posibilidad de condicionar su reinado a que el personal votase antes en un referéndum si este es el modelo de Estado que prefiere. Si sale que nones a la monarquía, el heredero nos devolvería el dinero y la república y haría las maletas. Si sale que sí, Felipe VI estaría en el menú constitucional porque se lo habría ganado en buena lid y, de paso, el sabor de la democracia sería algo menos rancio de lo que es ahora. El problema es que las monarquías y sus cortes de lameculos están acostumbradas a presentar ofertas sin ninguna contrapartida, del estilo de las que se hacen en las tómbolas en las que el premio gordo es la muñeca Chochona. Lo tomas o lo dejas. Uno cree llevar todas las papeletas para arrasar con el tenderete y al final se va a casa con un peluche horroroso de tamaño descomunal. Esto solo confirma que un vendedor de jamones hace mucho más por su negocio que todo un príncipe. Que aproveche.

                            Artículos de Saldo    DdA, X/2.724                         

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