Raúl Álvarez
Un café con el diputado Gaspar
Llamazares en su barrio de Oviedo tiene mucha más profundidad que la que
anuncia la taza. Al dirigente de IU le gusta el resultado de las
elecciones europeas. Le parece que los ciudadanos han sido inteligentes y
han dejado al PP sin margen para otra ronda de austeridad. A la
coalición le ha ido bien, a pesar de que la imprevista eclosión de
Podemos haya rebajado la alegría. El nuevo panorama, a su juicio, es una
oportunidad para la izquierda alternativa y transformadora. En esa
situación de desvanecimiento definitivo del bipartidismo, defiende para
IU una estrategia en dos pasos: apertura real a la sociedad, en primer
lugar, y entendimiento con otros partidos, en segundo lugar, para buscar
el gobierno.
¿Le ha sorprendido el resultado electoral o ya intuía que había un caldo de cultivo para la eclosión de Podemos?
Estaba claro que Podemos iba a lograr representación. Había una
agenda --que podríamos denominar del 15-M— que las fuerzas políticas,
incluidas las de la izquierda, no estaban recogiendo y que ha buscado su
representación. En el seno de Izquierda Unida, yo ya había comentado
que eso se iba a producir en las elecciones europeas. Desgraciadamente,
no me creyeron. Pensaron que era muy pronto, que nuestra organización
podía ir más despacio, permitirse algunos cambios políticos y
programáticos ahora, pero tomarse más tiempo… La verdad es que las
fuerzas políticas somos como elefantes, aunque seamos pequeñas. Nos
planteamos tres pasos: elecciones europeas, autonómicas y generales.
Hemos llegado tarde. En mi opinión, hemos recogido lo bien que los hemos
hecho en términos políticos, sociales y laborales, pero la agenda del
15-M se nos quedó en segundo plano. Hubo quien la puso en primer plano y
se ha llevado una parte de la representación, aunque nosotros tengamos
otra. La verdad es que yo no pensaba que fuera a haber una eclosión
electoral tan fuerte, hablaba de dos eurodiputados, nunca de más. Pero
sí estaba cantado que la izquierda alternativa que bebe de la
radicalidad democrática del 15-M iba a tener representación.
¿Hasta dónde llega la sorpresa en IU? ¿Cómo se ha recibido la
aparición de una fuerza que a principios de año no existía y ahora la
ha rebasado en Asturias?
Es una fuerza que saca representación de zonas con una fuerte
presencia tradicional de la izquierda, de lugares urbanos y de lo que
podríamos llamar espacios post-materiales. Además de la agenda clásica
del movimiento obrero y de los derechos sociales, tiene una demanda
clara de regeneración y transformación democrática. Incluso podríamos
decir de transformación del sistema. Asturias, entre todas las
comunidades autónomas, es donde mayor eclosión ha tenido. Izquierda
Unida podría haber tenido más representación, pero también creo que hay
gente que ha votado a Podemos y no nos habría votado a nosotros.
¿Cómo queda IU en Asturias?
Como otras veces, es la comunidad donde hemos tenido mayor porcentaje
de voto. Está bien que cantemos esa excelencia, pero también es cierto
que teníamos una expectativa mayor. Hay una formación política que ha
galvanizado ese voto que pretendía Izquierda Unida. Teníamos tres
grandes objetivos: derrotar al bipartidismo, y lo logramos; conseguir un
buen resultado electoral, y también lo logramos, hemos duplicado el
voto; y ser el punto de referencia de la recuperación de la izquierda.
Eso último ya no lo hemos logrado. Somos uno de los puntos de
referencia, pero no el punto de referencia. ¿Por qué? Por las
características de Podemos, que no son las nuestras, y también porque
nosotros hemos relegado y dejado pendientes cambios que tendríamos que
haber hecho ya en la definición del programa, del proyecto y de la
candidatura.
Su partido, Izquierda Abierta, se enfrentó con la dirección precisamente por la elaboración de la lista. ¿Qué sucedió?
Tuvimos un problema que no se expresa únicamente en tener un
representante en la lista. Desde el primer momento, planteamos una
candidatura mestiza –no únicamente política, sino ciudadana— y que
surgiese de unas primarias. Era nuestro planteamiento y desde el
principio no estuvimos de acuerdo con la lista de IU. Es verdad que esta
vez ha habido un cambio. Era más plural, había más gente joven… Pero
sigue siendo una candidatura desde dentro, en coalición con otras
fuerzas pero no abierta y ciudadana. De todas formas, hay que estar
satisfechos del resultado. Lo conseguido no es para propagar ningún tipo
de visión negativa, ni para pasar factura. Pero sí creo que hay que
acelerar las reformas. No por competir con nadie, sino por el bien de
IU, porque son necesarias.
Como dice, con los números en la mano y en comparación con lo
anterior, el resultado no es malo. ¿Pero no deja cierta sensación de
chasco el ver que no se cumplen todas las expectativas de crecimiento?
No, el cuerpo queda mucho mejor que en otras condiciones. A partir de
la seguridad que da un buen resultado, nos podemos plantear los retos y
las insuficiencias. Con tranquilidad, sin pasar facturas, sin crisis
internas ni dificultades. Por ahí, y así lo ha dicho Izquierda Abierta,
la situación de la organización es muy buena. Pero, al mismo tiempo, la
sensación sí que es agridulce. La organización ha conseguido ese buen
resultado pero no ha cumplido el objetivo de agrupar todo lo que se
estaba formando en la izquierda. Ahora seguimos teniendo ese mismo reto
y, además, un reto añadido: entendernos con otros.
Mencionaba antes la necesidad de reformas. ¿Cuáles le parecen las primeras para encarar esos retos?
De IU, de Podemos y de más fuerzas depende una estrategia de
cooperación. Ahí, yo no intentaría apurar el paso, aunque sin perder de
vista la vocación unitaria. Y luego hay cosas que dependen solo de IU:
fundamentalmente, cultivar de manera amable la pluralidad, porque yo
creo que la gestionamos mal. Siempre que hacemos una candidatura o un
proceso político, dejamos heridos en el camino. Eso no puede ser, no nos
lo podemos permitir. También es necesario abrir la organización mucho
más. Tenemos que ser más horizontales. A veces nuestras estructuras son
complejas, necesitamos ser un partido del siglo XXI y parecemos del XIX.
En tercer lugar, las próximas elecciones municipales no pueden ser para
nosotros las primarias de las generales. Nos jugamos mucho y tiene que
haber primarias y candidaturas ciudadanas. Izquierda Unida debe
recomponer ese espacio, independientemente de que luego sea necesario
hablar con otros. Nos equivocaríamos –lo ha dicho gente de Podemos y yo
estoy de acuerdo con ellos— si pensáramos que esto es un problema
únicamente de suma, algo que podemos arreglar en el último minuto,
sumando dos candidaturas cuando lleguen las elecciones. O después de las
elecciones, sumando dos grupos de concejales o de diputados. Eso es
insuficiente, una visión clásica de la política. Creo que, previamente,
es necesaria una unidad social. Luego puede culminar o no en una unidad
política, pero tiene que haber un proceso por el cual la gente se sienta
comprometida y representada.
IU, aunque tenga vocación transformadora en la política y en
la sociedad, es una estructura asentada desde hace años. Como otros
partidos, tiene un aparato con instinto de autoconservación ¿Cómo
cambiarlo sin pisar pies, sin chocar con intereses creados o parcelas de
poder dentro de la propia organización?
Toda organización humana, a medida que se consolida, además de
objetivos hacia el exterior, tiene esos otros objetivos internos. Es un
hecho. Pero no me preocupa, porque ya digo que creo que les pasa a
todas. Lo que sí creo que Izquierda Unida tiene que plantearse es una
serie de mecanismos que antepongan y den mayor presencia a la ciudadanía
frente a la endogamia de cualquier organización. Tendencias
burocráticas va a haber, pero lo importante es tener tal grado de
apertura y conexión que oxigene y renueve las relaciones internas. Es un
reto no solamente para Izquierda Unida. Este resultado electoral
interpela al conjunto del sistema político. Yo estoy muy contento con él
más allá de lo que toca a Izquierda Unida. Después de mucho tiempo en
el que la política no se ha parecido en nada a la sociedad, ahora la
sociedad ha entrado en la política. El desplome del bipartidismo es
bueno para la política. Que el PP no tenga margen de maniobra (y no lo
tiene) es bueno para la política. Por mucho que digan, no queda espacio
para otra vuelta de tuerca a los recortes y a la austeridad. Para el
PSOE, el mensaje es de renovación a fondo y recuperación de las señas de
identidad de la izquierda. Creo que también es bueno. Y hay un último
mensaje para la izquierda política que nosotros representamos: ponerse
las pilas y empezar a funcionar.
No es una visión unánime entre la izquierda. Dirigentes del
PSOE y de IU por igual se resisten a las primarias abiertas con el
argumento de que se pueden infiltrar votantes y líderes que desvirtúen
los mensajes. ¿Cuántas resistencias internas debe vencer ese
planteamiento de apertura?
Es una visión conspirativa de la política sin ningún refrendo en la
realidad, que es mucho más clara. Eso sería la excepción. La inmensa
mayoría de la gente que se compromete en un proceso –a veces incluso hay
que pagar un euro— tiene ideas y también criterio sobre las personas.
Es una boutade, un argumento de mal pagador. Lo usa el que no
quiere una elección abierta. En las formaciones políticas, estamos
abocados a ella. La izquierda debe ser la primera en tener esa
sensibilidad, de la misma manera que, en los debates de los años 70 y
80, fue la primera en incorporar la sostenibilidad como criterio de las
políticas, el ecologismo y el feminismo. Hoy, está emplazada a
incorporar una alternativa de democracia radical y participativa que dé
poder de decisión a los ciudadanos. Si no lo hace, se quedará tan
anquilosada como la derecha. No podemos mirar para otro lado, ni decir
que las primarias son americanas, que nos la van a armar… La
demostración es que hasta ahora nadie nos la ha armado. Yo me sometí a
unas primarias en IU con el aparato del PCE en contra. Fue una
experiencia muy importante. Eran de militantes, no abiertas, pero
votaron 12.000 compañeras y compañeros a pesar de que no había ninguna
experiencia previa. Ahora hemos organizado otras en Izquierda Abierta.
Como es un partido en formación, ha votado más gente de fuera que de
dentro. El proceso ha sido interesantísimo y nos ha enseñado mucho. Ha
negado incluso los prejuicios metodológicos que teníamos sobre las
garantías del proceso y el recuento de los votos. Si se quiere hacer, se
puede hacer.
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