Existen
algunas personas que son imprescindibles. Gente valiente que vive estos
tiempos de cólera y frustración con una coherencia ejemplar. Actuando
de forma pacífica con aquello que les dicta la conciencia. Son seres
valiosísimos, como Marisol, Marga y Antonio, dispuestos a plantar cara a
la sinrazón que está transformando la educación pública en un muladar
en el que nuestros niños y jóvenes extravían sus posibilidades de
futuro.
Cada día desde hace más de un año, el profesor Antonio Aramayona
se desplaza en su silla de ruedas hasta el portal de la consejera de
educación aragonesa. Allí le acompañan cotidianamente Marisol, Marga y
todo aquel que quiere aproximarse a reforzar una protesta silenciosa y
amable en la céntrica calle Alfonso zaragozana. Yo también he estado
allí. Y como ellos, esgrimí entre mis manos un arma de destrucción
masiva en forma de cartulina en la que estaba impreso este amenazador
texto: Por una educación pública y laica para todas y todos.
A priori puede parecer algo inofensivo. Un ejercicio de libertad de
expresión que no turba en absoluto la paz de los vecinos de la sra.
Serrat. El trabajador que recoge la basura, los viandantes y turistas,
los músicos callejeros y hasta los mismos policías saludan con
familiaridad y respeto al perroflauta motorizado,
como a él le gusta que le llamen, y se detienen a charlar unos minutos.
No en vano, Antonio impartía filosofía a sus alumnos. Una
asignatura caída ahora en desgracia. Porque ayudar a construir un
pensamiento lógico y crítico en las mentes de nuestros jóvenes no figura
en la hoja de ruta de los mandamases. Más bien todo lo contrario.
Por
eso Antonio, Marisol y Marga han sido multados y serán juzgados el día 3
de julio. ¿Cuál es su delito? Plantar cara, sin más armas que su
determinación, a un sistema que atenta contra nuestro mayor tesoro: la
juventud y la infancia. Hasta el más necio puede entender que los
salvajes recortes en la educación pública disminuyen exponencialmente el
desarrollo de valiosos talentos que, por meras cuestiones económicas,
se quedarán por el camino. Educar con calidad es invertir en el futuro.
Pero está claro que los patriotas que nos andan gobernando prefieren el carpe diem que
privatiza y recorta como si no hubiera un mañana. Y no
quieren filósofos peripatéticos agitando conciencias ni mareas verdes
que opongan resistencia a sus desequilibradas podadoras. Nos quieren
amordazados mientras dura el expolio del futuro.
Como he dicho antes, yo
también he acompañado a Marisol, Marga y Antonio en ocasiones. Luego,
me autoinculpo de haber cometido el mismo presunto crimen del que ellos
son acusados. E igual que yo, van a salir muchos otros a declararse
culpables. Culpables por defender que todos los niños deben tener sus
necesidades básicas cubiertas y acceso a una educación de calidad que no
venga determinada por las desigualdades sociales. Culpables de creer
que un sistema democrático debe ser garantista de la libertad de
expresión y no una maquinaria represora de la misma. Culpables de querer
invertir en el futuro de esta patria conocida como España, aunque los
"patriotas" nos metan presos por ello. Pues sí, de todo esto y algo más,
me declaro muy culpable.
DdA, XI/2.727
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