Ana Cuevas
Pues
sí. Nuestra huelga, la de los trabajadores de las limpiezas sanitarias
aragonesas, fue una huelga política. Igual que el recién resuelto
conflicto de los jardineros zaragozanos. Otra huelga política. Es lo que
nos pasa a la gente de los estratos más humildes cuando nos pisan el
callo con premeditación y alevosía. Y lo de pisar el callo entiéndase
como una metáfora de rebajar salarios a lo bestia, anularte los derechos
laborales o ponerte de patitas en la calle sacándose algún ere de la
manga. Es entonces cuando empieza la metamorfosis proletaria.
Aunque el
obrero desclasado pretendía vivir en un capullo ajeno a los vaivenes de
las decisiones políticas, la realidad ha terminado eclosionando como una
gigantesca cucaracha. Conozco a compañer@s, abuelit@s sexagenari@s como
doña Espe, que antes de tener que pelear por sus puestos de trabajo
eran incapaces de distinguir unas siglas políticas de otras. Incluso los
hubo que votaron al Partido Popular, convencid@s quizás por esa soflama
electoral en la que los populares se autoinvistieron como el partido
valedor de los derechos de los trabajadores.
El caso es que, tras probar
el ricino administrado en forma de Reforma Laboral, hasta el obrero más
tonto o despistado ha empezado a entender de qué va el rollo ese de la
lucha de clases. Así pues, de capullos conformistas estamos pasando, a
fuerza de palos, a sentirnos posesos por el espíritu de Rosario la
dinamitera. Empezando a entender que la política influye directamente en
nuestras apolíticas vidas transformándolas en apocalípticas. Asimilando
que estamos solos frente a la manipulación de unos y de otros.
Aprendiendo las reglas de su juego.
Los
jardineros lucharon con todas las armas que contaban y han alcanzado un
pacto digno. Si hubieran continuado en su capullo (es decir, sin tocar
las narices a los señores políticos) les rompen la madre fijo. Hay quien
les critica hoy por esto o por no haber conseguido alcanzar el 100% de
sus reivindicaciones. Pero ellos se mantuvieron juntos y juntos, y
asambleariamente, refrendaron este pacto que a mi entender es un
triunfo. Como en el conflicto de las limpiadoras, a los jardineros se
les ha mostrado como a vándalos insurrectos que usan la opinión pública
para torcer voluntades políticas. Y para rematar la faena, algunos
agoreros que militan en trincheras más recogiditas y seguras que las
nuestras, han intentado transmitir un tufillo de derrota a lo que es
claramente una victoria.
Yo
no puedo mas que congratularme por l@s compañer@s y celebrar con ellos
que estemos abandonando los capullos para manifestarnos como aguerridas
mariposas. Esto es un punto y seguido. Aquí no se ha acabado nada. La
lucha, nuestra lucha, siempre continúa. ¡Salud! Y feliz metamorfosis.
Que ya viene siendo horica de dejar de ser capullos.
DdA, XI/2.711
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