Jaime Poncela
Julio Cortázar dijo en cierta ocasión que lo importante no es lo nosotros
opinemos sobre Mafalda sino lo que Mafalda opina sobre nosotros. Y
Mafalda empezó hace 50 años a decirnos lo que pensaba de nosotros, de
nuestro mundo, nuestra violencia cotidiana, del machismo que hay en el
salón de cada casa, de la pobreza mental y material, de la injusticia
que se ceba con los niños y los viejos, y hasta de sus problemas con la
sopa. Mafalda y Quino, su creador, merecidísimo premio Príncipe de
Asturias de Comunicación y Humanidades (por comunicador y por
humanista), llevan medio siglo diciéndonos de todo y haciéndolo con la
crudeza que da el estilo directo de los niños y la inteligencia sagaz de
un adulto con clase y ternura. Mafalda ha dicho que nuestra sociedad es
una “zoociedad”, ha soltado una carcajada muda al leer en el
diccionario el significado de la palabra democracia, le ha preguntado a
su madre, exhausta ama de casa, qué le gustaría ser “si viviera”, y ha
pedido que además de estar prohibido pisar el césped se prohíba también
pisar la dignidad. Quino y Mafalda han sido virales sin redes sociales y
han alimentado en medio siglo más conciencias que sulfurados
tertulianos o aguerridos profetas de la moralina o la catástrofe. Sus
mensajes rasos y a la cepa del poste, imparables, tienen más sustancia y
verdad que cualquiera de las campañas electorales que hemos vivido
hasta la fecha. El secreto de Quino y Mafalda ha sido no insultarnos, no
avasallarnos, no tratar de aleccionarnos o redimirnos, no alzar la voz y
cultivar la máxima de hacer reir diciendo la verdad por muy cruda que
la verdad sea. No confundamos la educación con la conformidad. Nadie se
ha querellado jamás contra las frases que Quino le prestó a Mafalda
aunque a veces no lleguen a los 146 caracteres y su contenido sea más
desestabilizador que cualquier soflama. Nunca Quino ha tenido que pedir
disculpas por una frase de Mafalda porque cuando se habla con
inteligencia, humildad y respeto se puede decir todo por muy duro que
sea. Es verdad que por ese camino casi se nunca se llega a ministro o
eurodiputado pero suele conseguirse el cariño y el respeto de muchas
personas. Ese es el premio y la diferencia entre lo popular y lo
populista. Tomen nota. Ojala Mafalda tuviera cuenta en Twitter.
Artículos de Saldo DdA, XI/2.709
2 comentarios:
Le estaremos siempre muy agradecidos a Quino los de nuestra generación, porque sus viñetas nos ayudaron a hacer lo que más nos hace crecer hacia dentro: pensar y reir. Gracias Quino.
Publicar un comentario