El
Gran Hermano lo ve todo. Vigila nuestros actos, escudriña las palabras
que vomitamos en la red para buscar cualquier indicio de delito.
Insultos, vejaciones, acoso y amenazas que ya están tipificados en el
código penal y que pueden conducir a sus autores a pasar una temporadita
a la sombra. Lo ve todo sí. Pero no todo le inquieta de igual modo. Por
ejemplo el caso de Pilar Manjón, que ha sido objeto de comentarios
internaúticos tan elocuentes como: "Eres una puta zorra oportunista que brinda con quienes desmembraron a su hijo". O
el del concejal Zerolo que inspiró con su cáncer a las alimañas de las
redes a manifestar alegría por su enfermedad y que originó un festival
de injurias vejatorias contra el político.
Son cosas feas propias de
gente de baja calaña. Igual que expresar alborozo porque a un cargo
público le descerrajen tres tiros por la calle. No es elegante tampoco.
Pero el ojo que todo lo ve mira diferente según de quién se habla. El
caso de Isabel Carrasco no es un crimen político. Todo indica que se
trata de un asunto privado cuyo móvil solo se puede entender achacándolo
a la irracional ira que mueve a los asesinos desde tiempos ancestrales.
Pero a este gobierno le interesa victimizarse, desbordado como está por
la creciente respuesta ciudadana a su política.
Por ese motivo
invierten la carga de la prueba y hacen aparecer a Carrasco como mártir
de la presunta persecución que padecen los miembros del PP. Y con este
argumento torticero el Ministerio del Interior quiere tipificar otro
delito, como si tuviéramos ya pocos, que se base en la incitación al
odio que según él pulula por las redes. Expresiones como: ¡Ojalá te mueras!
podrían tener penas muy graves. ¿Y cuál será el tamiz que separe lo
punible de lo no punible? ¿También dependerá de a quién vayan dirigidos?
La
mala educación no se legisla aunque supongo que puede reprimirse. De
hecho, medidas como ésta solo se toman en China y en otras notables
dictaduras. Al final, a nadie engaña que lo que está en juego es la
libertad de expresión de los españoles porque para castigar la mala
entraña de algún twittero ya cuentan con suficientes recursos. Así se lo han señalado diversas asociaciones judiciales a Interior. Organizaciones como Jueces para la Democracia que entienden que crear un nuevo delito de incitación al odio sería una acción punitiva expansiva, excesiva y desproporcionada.
Ya
veremos que pasa. Pero si al final optan por tipificar la incitación al
odio como un delito estarán cayendo en una paradoja. No solo incita a
odiar el desvarío de un internauta bocachancla. El abandono
institucional, la desesperación y la miseria frente a la pasividad de un
gobierno infectado por un sarampión de corruptelas, tampoco incita al
buen rollo (por decirlo suavemente, no me vayan a crujir). ¿Tendrá un
anexo la ley para incluir esta variante? No lo creo porque, de ser así,
las cárceles se inundarían de políticos y banqueros que incitan a tener
muy malos pensamientos. Y me temo que las intenciones del gobierno no
van por estos derroteros. Más bien au contraire. Lo que pretenden es mantenernos bien amordazados mientras los delincuentes campan a sus anchas.
Puntos de Página
Puntos de Página
DdA, XI/2.703
No hay comentarios:
Publicar un comentario