Jaime Richart
Decía Voltaire que una sola
gota de sangre derramada no vale la libertad de todo un pueblo. Pues
bien, viendo lo que viene sucediendo en este país, viendo los millones
de personas excluidas del bienestar; viendo el número de las que pasan
hambre y toda clase de penalidades; viendo los suicidios y los crímenes
indirectos de Estado y Comunidades por incumplir su obligación de
amparar a toda la ciudadanía sin excepciones, se puede afirmar que tanto
sacrificio no vale una miserable democracia... Y si lo dudáis,
preguntad a esos centenares de miles de padres de niños desnutridos que
pasan hambre, a esos millones de españoles sin trabajo ni esperanza de
tenerlo, para qué quieren la libertad imaginaria que les brindó este
régimen político; de qué les sirve esos cantos hechos desde el poder
dedicados a los emprendedores, a los esforzados, a los optimistas.
Al
menos durante dos décadas unas bandas más o menos organizadas han
estado saqueando a este país. Gran parte de los fondos de cohesión y de
los préstamos de los bancos europeos que pretendían modernizar a España y
sus infraestructuras, han ido a parar a mano de individuos
privilegiados o estratégicamente situados en la sociedad política,
bancaria y empresarial española. Ese saqueo inmisericorde y sostenido ha
terminado por arruinar al país; mejor dicho, ha terminado por
empobrecer y arruinar a millones de sus habitantes al mismo tiempo que
ha enriquecido a miles de individuos sin escrúpulos aunque eso sí,
investidos todos ellos con el manto de la solemnidad, de la inmunidad o
de la impunidad instituida.
Este
país ha acabado así en la quiebra técnica y fraudulenta, y con ella en
la ruina moral y material de millones de personas. Este es el panorama.
Unos directamente se han embolsado millones durante años engañando a
unos y a otros, al fisco y al pueblo, a los electores y a los
ciudadanos; otros lo han permitido mirando a otra parte, actuando o no
actuando pero en todo caso cobardemente. El monto de los rescates a la
banca para enjugar la deuda contraída con los bancos alemanes y europeos
equivale al lote de millones saqueados y despilfarrados por la canalla.
¿De
qué sirven las manifestaciones, las protestas, los escraches o las
quejas y denuncias en medios de información, juzgados y organismos? Yo
no propugno la violencia física (nadie bien nacido, con un sentido
superior de la vida y del humanismo lo hace); si bien la violencia moral
originada por el enriquecimiento escandaloso de unos a costa de muchos
mantenido durante años la justificaría. Pues cuando empiezan a
comparecer en escena millones de hambrientos y de personas sin más techo
que uno de acogida; mientras minorías de la política, de la empresa, de
la banca, de las finanzas, de las empresas energéticas... se enriquecen
al tiempo que aumentan el sufrimiento y la desesperación, el riesgo de
sublevación y de violencia va creciendo por días y momentos.
Es
preciso forzar la imaginación, la astucia, la inteligencia y la unión
de quienes sufren y de quienes estamos a su lado, para hallar la fórmula
que nos permita hacer frente a esa tropa de facinerosos que se han
apropiado del poder y han arruinado al país, para desalojarles de él.
DdA, X/2.697
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