miércoles, 21 de mayo de 2014

ANDROCENTRISMO Y MISOGINIA EN CLAVE CAÑETE

<em>Fantasmas de género</em>

Lazarillo

Las tardías disculpas del candidato Cañete por sus declaraciones machistas, que ayer adelantó la exlideresa Aguirre y que han sumido a Marhuenda en un arrebato de celos (dijo Cañete que las daba hoy en la emisora de la obispalía porque estaba a la espera de hacerlo en un medio de gran audiencia, no en La Razón, por lo tanto, donde le habían entrevistado días atrás), las tardías disculpas digo, son siempre de agradecer -aunque sean tardías-, pero muestran también hasta que punto la soberbia anida no solo en el candidato, sino en la mayoría de los dirigentes de su partido, que han silenciado las que deberían haber dado en nombre del PP en cuanto se desmandó su cabeza de lista electoral. Además de ineptos, soberbios, esa es su característica, aunque vaya en menoscabo suyo. Les paso este artículo de la excelente colaboradora de La Marea, Nuria Varela, a la que este Lazarillo sigue con sumo interés desde que escribe en ese magnífico medio autogestionario al que siempre aconsejo apoyar:

"Paradoja política donde las haya, resulta que mujeres opuestas al feminismo y sus propuestas, disfrutan de derechos construidos por los movimientos y las mujeres a quienes se oponen. Mujeres investidas de derechos con acceso a oportunidades y recursos, modernas por su desarrollo vital, son antifeministas y ven el mundo del que disfrutan, gracias al feminismo, es decir, gracias a la rebeldía e insumisión de mujeres a quienes descalifican, con ideologías conservadoras y reaccionarias para el género. Actúan en oposición a mayores avances, defienden involuciones (las mujeres del PP respecto a la reforma de la ley del aborto, por ejemplo) o se erigen en firmes defensoras de la ideología supremacista, es decir, del machismo al que si no se le hubiese puesto coto, les hubiese impedido ser quienes son.

Toda esta reflexión viene a cuento de la ultradefensa que han hecho destacadas líderes del Partido Popular de la exposición de ideología sexista, clara, nítida y explícita de la que el candidato Cañete ha hecho gala.

Quizá sea Marcela Lagarde quien ha desarrollado la definición más clara sobre el sexismo, a la que me remito. El sexismo contemporáneo se expresa en políticas, formas de relación y comportamiento, en actitudes y acciones entre las personas así como de las instituciones hacia las personas que se basan en el androcentrismo. Y lo que permite la mentalidad androcéntrica es considerar de manera valorativa y apoyar socialmente que los hombres y lo masculino son superiores, mejores, más adecuados, más capaces, más útiles que las mujeres. El androcentrismo se expresa en el machismo como magnificación de ciertas características atribuidas a la virilidad: una abigarrada mezcla de agresión, fuerza y superioridad intelectual.

Eso es exactamente lo que manifestó Cañete cuando aseguró una y otra vez que “si soy yo mismo me temo”. Y eso es exactamente lo que defienden sus compañeras de partido. El androcentrismo se entreteje y completa con la misoginia. Tras la sobrevaloración de los hombres y lo masculino se inferioriza y subvalora a las mujeres y a lo femenino.

Son cuestiones que llevan encima de la mesa política desde el siglo XVIII, incluso nos podemos remontar algunos siglos y encontramos la polémica sobre la inferioridad y la superioridad entre hombres y mujeres aunque aún no tuviera formulación política. No deja de ser asombroso que esa lucha y esa tensión constantes por escatimar los derechos de las mujeres y por evitar la construcción de un imaginario social, político y filosófico de igualdad haya irrumpido con tal fuerza en una campaña electoral en Europa en pleno siglo XXI.

Los fantasmas de género no desaparecen y nublan la razón que evidencia que lo contrario a la igualdad es la desigualdad, no la diferencia. Cuando el feminismo habla de igualdad, como bien explica Amelia Valcárcel, se refiere a la igualdad considerada como equivalencia. La igualdad como equivalencia no es un término de identidad, es una categoría de valor, consiste en reconocer igual valor a cada ser humano y actuar en consecuencia social, cultural y políticamente.

Por mucho que los hombres y las mujeres del PP y sus mariachis mediáticos se esfuercen en disimular sus carencias democráticas, éstas les salen al paso continuamente. Es lo que tiene barrer escondiendo la suciedad debajo de la alfombra -y esto incluye disculparse a regañadientes cinco días después-, la casa continúa igual de sucia y las telarañas se hacen las dueñas del lugar"..


DdA, XI/2.708

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