Como no podía ser de otro modo
cuando los partidos mayoritarios han ejercido sus tareas de gobierno sin
responder a las expectativas de sus votantes, ni a los animosos programas que les
sirvieron de campaña electoral para mejor engatusarlos, tanto el mal llamado Partido Popular como el peor
llamado Partido Socialista han reducido su horizonte de victoria a muchos menos
votos de los previstos en el pasado ante los próximos comicios europeos.
Ahora,
los dos grandes partidos aguardan unos resultados muy a la baja. Con porcentajes en torno al 30%
según todas las encuestas -hay que recordar que el PP logró el 42% de los votos
y el PSOE el 39% en las europeas de 2009-, los dirigentes de ambas formaciones
creen que quien más se acerque a los seis millones tiene los comicios en su
mano. Estima la dirección del PP que, al menos, tiene asegurados cuatro
millones de votantes, según el diario El Mundo. Este dato supone casi siete millones
menos que hace dos años y medio. El PSOE no quiere ni se atreve a hablar de una
cifra de suelo electoral, pero daría como un éxito todo lo que pasara de los
5,5 millones.
Ambos partidos consideran que el vencedor será el que se acerque
más a los 6 millones de votos, cifra superada en 1989 cuando Fernando Morán fue
cabeza de lista por parte del PSOE (6.275.000 votos), si bien el censo electoral entonces
era mucho menor. Se espera que la abstención será aún más alta que en
2009 (en torno al 60 por ciento frente a un 55) y que habrá una significativa
fuga de votos hacia partidos y formaciones de nueva creación.
Cabe preguntarse
si tan depauperados datos responden a la circunstancia de unas elecciones europeas -menos movilizadoras
que otras-, al escepticismo y/o descreimiento creciente y evidente de la población ante
los políticos y las políticas al uso que se nos impones o a un síntoma en ascenso de la agonía del bipartidismo, algo en
lo que también habría colaborado de modo determinante el hartazgo de la
población ante las promesas incumplidas de los partidos mayoritarios.
Sería de provecho asimismo pensar qué puede hacer una sociedad con su hartazgo ante una Unión Europea en la que Alemania dirime la política que nos corresponde según sus intereses y al dictado de los mercados.
Sería de provecho asimismo pensar qué puede hacer una sociedad con su hartazgo ante una Unión Europea en la que Alemania dirime la política que nos corresponde según sus intereses y al dictado de los mercados.
DdA, X/2.679
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