Es de recordar la noticia que sigue, dada a conocer por mi apreciado Luis Díez y su compañero López Fonseca en el diarió Público hace unos años. Más que nada porque acabamos de leer muchas informaciones y artículos -¿también en los diarios conservadores o han preferido hacer mutis?- referentes al septuagésimo quinto aniversario del final de la Guerra Civil, fechado ayer, 1 de abril, y no está de más hacer esta referencia a la memoria gastronómica del extinto caudillo. Fue el 1 de abril cuando los vencedores hicieron público aquel parte oficial, último parte de guerra del cuartel del Generalísimo, que leyó con voz castrense el actor Fernando Fernández de Córdoba. Lo hizo a través de los micrófonos de Radio Nacional de España y el pueblo, desde ese día, llamó de ese modo durante dececios (el parte) al único y obligado servicio informativo del régimen. Hasta en tanto este Lazarillo tenga un menú a meno para ilustrar este post, transcribo la noticia que con puntual sentido de la oportunidad y bajo el titular La fabada prohibida de Franco publica hoy el diario Asturias24:
"No habían pasado apenas dos meses del
final de la Guerra Civil y sólo 15 días desde que el Ministerio de
Industria impusiera las cartillas de racionamiento. Era 29 de mayo de
1939 y aquel día, a pesar de que el gobierno franquista preconizaba el día sin carne, Su Excelencia
se despachó una fabada, con su compango incluido. No se contentó con un
primero contundente y sació su apetito con unos filetes de merluza de
segundo y queso y fruta de postre.
El dato sale a la luz ahora después de que el Ministerio de Cultura
haya rescatado unos documentos inéditos que desvelaban qué comía
Francisco Franco y su mujer, la asturiana, Carmen Polo, en los días que
siguieron al final de la Guerra Civil. La recuperación de la memoria gastronómica
del dictador y su familia ha sido posible gracias a Carlos Palacios
Miguel, un guardia civil muy vinculado a la peripecia bélica de Franco.
Palacios Miguel tenía solo 23 años de edad cuando, en el otoño de
1936, Franco fue nombrado "generalísimo de los Ejércitos" en Salamanca y
el joven guardia civil se convirtió en su taquígrafo personal. Palacios
siguió los pasos del dictador y, ya con el general en el poder, se tomó
la molestia de apuntar con frecuencia el menú del dictador.
Ha trascendido así que, en una España atenazada por el
hambre, Francisco Franco prefería el pescado a la carne y en su menú
diario nunca faltaron un primer plato, un segundo, varios postres e,
incluso, un entrante. No se sabe a ciencia cierta por
qué el joven taquígrafo se tomó la molestia de mecanografiar el menú del
general y su esposa Carmina. Los textos del joven guardia
civil permanecieron años en el olvido hasta que sus familiares los
encontraron y los cedieron al Ministerio de Cultura para formar parte de
los fondos del Centro Documental de la Memoria.
Conocemos de este modo, por citar un ejemplo bien gráfico, que el
viernes 2 de junio de 1939, cuando el encabezamiento del menú incluía la
palabra abstinencia, el almuerzo del dictador incluyó tres servicios: "entreplatos
variados, huevos rellenos y merluza frita" y la posibilidad de elegir
postre entre "crema de limón" o "queso y fruta". Un día antes, el menú
rezaba plato único, pero era contundente: "sopa al cuarto de
hora" y un patriótico "cocido a la española". De postre, "monte nevado" y
los ya habituales "queso y fruta".
Este Lazarillo aporta fotocopia del menú de Franco correspondiente al 11 de mayo de 1939, por las mismas fechas en que se impuso la cartilla de racionamiento en la España de su victoria: entremeses variados, langosta en salsa tártara, chuletas asadas con guisantes salteados. Postres: tarta de hojaldre y frutas.
Este Lazarillo aporta fotocopia del menú de Franco correspondiente al 11 de mayo de 1939, por las mismas fechas en que se impuso la cartilla de racionamiento en la España de su victoria: entremeses variados, langosta en salsa tártara, chuletas asadas con guisantes salteados. Postres: tarta de hojaldre y frutas.
DdA, X/2.663
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