Antonio Aramayona
Todo el mundo quiere pertenecer a un grupo (sea la sociedad en
general, un clan de amigos o el club deportivo de su ciudad), y encajar
en los grupos a los que pertenece. Uno habla, piensa, viste, hace y deja
de hacer para ser aceptado por los miembros del grupo, por sentirse
parte del conjunto. Esto no constituye una deficiencia para el
individuo, sino todo lo contrario: como otras muchas especies animales
generalmente buscamos vivir en grupo, en sociedad, en manada, en rebaño,
pues de ello parece depender la propia supervivencia, la vida o la
muerte, o simplemente vivir con normalidad o socialmente frustrado o
marginado. Solo es preciso llevar una vida "normal", es decir, sujeta a
las normas sociales que uno debe acatar y cumplir. Ciertamente, los
humanos estamos dotados de una cierta racionalidad y de una cierta
libertad. De hecho, podemos apartarnos del grupo a la distancia que
queramos, aunque ateniéndonos a las consecuencias. De hecho, nuestra
capacidad de decidir y elegir va encaminada principalmente a obtener una
buena aceptación, sin problemas, por parte del grupo. Pensamos,
compramos, nos vestimos, nos acicalamos, salimos a la calle o nos
quedamos en casa a fin de ser mejor aceptados en la sociedad, dentro de
un determinado grupo. En nuestros genes hay restos de la conducta animal
que heredaron nuestros ancestros primates y por ello está en nuestro
subconsciente que quien va por libre, fuera de la manada, corre el
riesgo de sobrevivir menos o de forma más difícil. Asimismo, tenemos la
experiencia de que trabajar en equipo reporta más cohesión y
efectividad, lo cual redunda en beneficio de los integrantes mismos del
grupo.
Quizá esos mismos genes nos garantizan mayor sensación de
seguridad si nos vemos integrados dentro de la manada, el cardumen, la
bandada o el rebaño. Solo debemos atenernos a los movimientos
coordinados del grupo en una misma dirección. En la manada eres nadie,
pero eres, ya que los aspirantes a ser alguien pueden acabar más
fácilmente en el estómago del depredador de turno. Con ello se pone en
manos del grupo cualquier iniciativa que no esté conectada con la
decisión de seguir a otro, un líder, que garantiza vivir más y mejor.
Dentro del grupo se busca asimismo relaciones más estrechas de
colaboración y confianza, mayormente guiadas por el principio do ut des, facio ut facias,
(te doy para que me des, te hago para que me hagas). Lo esencial es no
atentar contra la cohesión social y la conformidad de uno mismo con el
grupo y sus normas: quien se atiene, se adapta y se conforma a las
normas, las costumbres y las leyes del grupo disfrutará del suficiente
anonimato para vivir sin problemas ni acosos y se le garantiza el
espacio vital suficiente para organizar el lugar asignado dentro de la
manada. Olvidan, sin embargo, los conformistas que las normas seguidas
fueron un día producto de algún inconformista que se opuso a las normas,
costumbres y leyes anteriores.
Casi todos los grupos, manadas o
conglomerados sociales necesitan de un líder, de algún individuo de la
comunidad con mayor rango, que guía y decide por todos, a quien los
demás siguen. Buena parte de esos líderes son "alfa": machos alfa,
hembras alfa o pareja alfa. En cualquier caso, son poderosos, de mayor
rango social y cuya supremacía ha de ser defendida casi permanentemente
frente a otros miembros potenciales alfa dentro de la sociedad. Más allá
de la esfera estrictamente sexual y reproductora, el individuo humano
alfa actual es poderoso en la medida que puede pagar, recompensar o
castigar al resto, pues la razón de la fuerza reside hoy sobre todo en
el dinero: el líder más admirado en un grupo humano es aquel para el que
más individuos trabajan, quien acumula más dinero y poder disfrutando
de total impunidad.
Dentro del marco político español, hay
--simplificando quizá en demasía-- el grupo conservador (derecha) y el
grupo progresista (izquierda). La derecha tiene una cohesión social
envidiable: basta recordar la mañana en que el candidato del PP para las
próximas elecciones europeas, Arias Cañete, fue designado a
dedo, con asentimiento generalizado y sin disensos apenas perceptibles.
En la izquierda, sin embargo, en el río revuelto de la disgregación y la
desunión, van formándose subgrupos, liderado cada uno de ellos por un
ente-alfa y en cuyo seno cada miembro está convencido de poseer la
verdad y de que el resto está equivocado a no ser que se integre en el
subgrupo propio. Todas estas alternativas de izquierda, sin entrar en
detalle en el mar de siglas ya actualmente existente, son una prueba de
la autodestructiva falta de unidad y de responsabilidad política y
social que sigue aturdiendo a las fuerzas de la izquierda.
Algúndesadaptado de la manada dice: "¡Que les vote su tía!". Como eso no
deja de ser una inconveniencia, si quiere, ya vendrá mi amigo Trasobares a poner los puntos sobre las íes.
DdA, X/2.670
No hay comentarios:
Publicar un comentario