Jaime Poncela
En
el folleto de instrucciones de una sierra eléctrica sueca se leía lo
siguiente: “no intenten detener la sierra con las manos o los
genitales”. En el folleto correspondiente a una plancha de ropa marca
Rowenta se advierte: “no planchar la ropa sobre el cuerpo”, mientras que
una pequeña etiqueta de un gorro de ducha de los que proporcionan
hoteles se explica que tal prenda es “válida para una cabeza”. Esta
interminable colección de advertencias ociosas ha sido recopilada por
una notable institución denominada Facultad de las Ciencias Inútiles que
añade aún alguna más, como por ejemplo la de un fabricante de secadores
de pelo que recomienda no utilizar el aparato si se está durmiendo. La
estupidez tiene muestras más o menos jocosas como las antes referidas,
todas ellas inocuas, pero cuando quienes escriben los libros de
instrucciones de los países, es decir sus leyes y reglamentos, presentan
un severo retraso metal derivado de una sobredosis de poder, estamos en
peligro. El último caso lo ha protagonizado la alcaldesa de Madrid con
su propuesta de manual de instrucciones para manifestantes cuya norma
básica consiste en decirles que se manifiesten donde nadie pueda verles.
Vayan ustedes a un descampado o protesten en un aparcamiento
subterráneo parece sugerir la alcaldesa hereditaria. Protesten ustedes
pero sin protestar, presenten su queja sin quejarse, no intenten detener
esta crisis con las manos porque dispararemos sobre sus genitales, ni
planchar las arrugas de la democracia sobre el cuerpo de este Gobierno,
que somos unos ultraderechistas muy delicados. Ana Botella y los de su
especie, todos ellos licenciados en la facultad de Ciencias Políticas
Inútiles, deberían ser políticos de un solo uso, como el gorro de ducha
de los hoteles, pero uno empieza a tener la impresión de que se creen
los elegidos para redactar las instrucciones de nuestra vida durante
mucho tiempo.
ARTÍCULOS DE SALDO
DdA, X/2.662
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