
Jaime Richart
Yo comprendo que cuando
uno vive en el sistema de un tipo de sociedad rodeado por todas partes
por ese sistema cuya presión cultural acaba en una ideología de
pensamiento cerrado, y además no vive demasiado mal dentro de él e
incluso a veces aunque nuestra vida sea miserable, es muy difícil no
pensar que todo lo que no está dentro del sistema es un error y una
heterodoxia. Es demasiada la propaganda y el autobombo que los bien
acomodados dan al sistema, como para no vivir en permanente sugestión de
que éste el único modelo posible, que fuera de él no hay salvación
porque todo lo demás son tinieblas. Y es que la cultura judeocristiana
no admite de buen grado el relativismo ni otras verdades diferentes a
las que fue acuñando a lo largo de los siglos.
Pero, cuando
uno desea pensar con rigor, con objetividad intelectual y en profundidad
apartando en lo posible los prejuicios, el subjetivismo y el
solipsismo, estando dispuesto a retirar las mil capas de maquillaje que
tiene esa cultura determinada a su vez por el sistema, nos damos cuenta
de que China alberga la cuarta parte de la población mundial y los
países islamistas otro tanto. Es decir, la mitad de la población del
planeta. Este pequeño pero a la vez colosal detalle nos obliga a
repensar el asunto de los sistemas sociales. Y entonces descubrimos,
primero, que nada menos que la mitad de la población del mundo discurre y
vive (en teoría) con arreglo a un pensamiento, y la otra mitad con
arreglo a otro u otros, y segundo, que no hay razón suficiente para
afirmar categóricamente que en este sistema está depositada la "verdad" y
que los otros están en el error. Afirmar otra cosa no se compadece con
la visión cósmica que corresponde a la experiencia acumulada de siglos o
milenios y a la altura de los tiempos que vivimos. Pero si nos
atrevemos a sostener semejante y rotunda afirmación, habremos de asumir
que, de acuerdo a la filosofía y la lógica formal (hay también otras
filosofías y otras lógicas) pertenecientes a esa misma cultura quienes
incurrimos en un error de perspectiva y en una impostación intelectual
muy grave y detestable somos nosotros. Pues error son, ya, tanto el
dogmatismo como visión teológica o filosófica a extinguir, como lo
apodíctico como visión filosófica de "lo necesariamente verdadero" que
no existe.
Y si lo
asumimos, deberemos reconocer que no es posible que el socialismo real,
el comunismo, se articulen para repartir miseria y sufrimiento; que no
es posible que no traten de armonizar científicamente, aritméticamente,
geométricamente, matemáticamente, los tres factores fundamentales
económicos, a su vez pilares sobre los que se eleva el edificio social:
población, producción y consumo de los bienes esenciales; que no es
posible que persiga otra cosa que no sea la mayor igualdad en bienestar
social entre los seres humanos pertenecientes a ese sistema y por ende
la población del munto.
Por el
contrario, las democracias burguesas occidentales y las libertades
nominales asociadas a ellas están construidas sobre la depredación y el
abuso, sobre la injusticia y la desigualdad estructurales, sobre la ley y
la trampa, en fin, al alcance de quienes pueden costear ésta y
descubrirla. Unas veces las presas están localizadas en bolsas de
población resignada a su suerte, desasistida y oprimida que habitan en
el propio país, y otras en bolsas de otra población a miles de
kilómetros de distancia que trabajan para los elegidos de occidente por
salarios de hambre y en condiciones penosísimas. Unas veces las víctimas
son la población de países ricos en materias primas de cuyos gobiernos
débiles los gobiernos occidentales consiguen miserables ventajas
comerciales para apropiarse de ellas, y otras son los pueblos que, con
cínicas excusas, han sufrido ignominiosas invasiones llevadas a cabo por
esos mismos gobiernos para saquear su energía...
Y
ahora permítaseme la siguiente digresión a propósito del socialismo
real en Rusia y de las cifras de los represaliados cuando se estableció.
Las cifras están notoria e inicuamente hinchadas por el enemigo
capitalista, como hacen siempre los vencedores. Pero en todo caso, las
cifras de represaliados en Rusia pueden equipararse, a escala y habida
cuenta la población de entonces de las respectivas naciones,
aproximadamente las mismas que la de los represaliados por Franco en
España antes, durante y después de su guerra civil. Con una diferencia:
los represaliados de Stalin eran opresores o habían estado con los
opresores, mientras que los de Franco habían estado con la República y
con los valores de la República que malograron los vencedores.
Sea como fuere lo cierto
es que la desigualdad social en el sistema en que vivimos es a su vez
sistémica y está en el ADN del modelo capitalista. La brutal diferencia
entre los beneficios de las grandes empresas, de sus propietarios y de
sus ejecutivos, así como el enriquecimiento desmedido e injusto de
grupos sociales concretos, por un lado, y el empobrecimiento y miseria
de grandes masas de población, por otro, no admite contestación. Pero es
que tampoco tiene remedio mientras se mantenga el marco sociopolítico y
económico. La libertad es la bandera. Pero la supuesta libertad de
mercado plagado de oligopolios y de monopolios, neutraliza cualquier
intento de armonía social y verdadera libertad que no sean de coyuntura.
La ruptura social, aunque no llegue todavía a extremos revolucionarios
por la paciencia de las clases desfavorecidas, está al fin y al cabo
siempre latente de el sistema.
Mañana publicaremos
la segunda parte de este artículo
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