martes, 11 de marzo de 2014

¿POR QUÉ NO SOCIALISMO REAL? (1)


Jaime Richart

 Yo comprendo que cuando uno vive en el sistema de un tipo de sociedad rodeado por todas partes por ese sistema cuya presión cultural acaba en una ideología de pensamiento cerrado, y además no vive demasiado mal dentro de él e incluso a veces aunque nuestra vida sea miserable, es muy difícil no pensar que todo lo que no está dentro del sistema es un error y una heterodoxia. Es demasiada la propaganda y el autobombo que los bien acomodados dan al sistema, como para no vivir en permanente sugestión de que éste el único modelo posible, que fuera de él no hay salvación porque todo lo demás son tinieblas. Y es que la cultura judeocristiana no admite de buen grado el relativismo ni otras verdades diferentes a las que fue acuñando a lo largo de los siglos.

 Pero, cuando uno desea pensar con rigor, con objetividad intelectual y en profundidad apartando en lo posible los prejuicios, el subjetivismo y el solipsismo, estando dispuesto a retirar las mil capas de maquillaje que tiene esa cultura determinada a su vez por el sistema, nos damos cuenta de que China alberga la cuarta parte de la población mundial y los países islamistas otro tanto. Es decir, la mitad de la población del planeta.  Este pequeño pero a la vez colosal detalle nos obliga a repensar el asunto de los sistemas sociales. Y entonces descubrimos, primero, que nada menos que la mitad de la población del mundo discurre y vive (en teoría) con arreglo a un pensamiento, y la otra mitad con arreglo a otro u otros, y segundo, que no hay razón suficiente para afirmar categóricamente que en este sistema está depositada la "verdad" y que los otros están en el error. Afirmar otra cosa no se compadece con la visión cósmica que corresponde a la experiencia acumulada de siglos o milenios y a la altura de los tiempos que vivimos. Pero si nos atrevemos a sostener semejante y rotunda afirmación, habremos de asumir que, de acuerdo a la filosofía y la lógica formal (hay también otras filosofías y otras lógicas) pertenecientes a esa misma cultura quienes incurrimos en un error de perspectiva y en una impostación intelectual muy grave y detestable somos nosotros. Pues error son, ya, tanto el dogmatismo como visión teológica o filosófica a extinguir, como lo apodíctico como visión filosófica de "lo necesariamente verdadero" que no existe.

 Y si lo asumimos, deberemos reconocer que no es posible que el socialismo real, el comunismo, se articulen para repartir miseria y sufrimiento; que no es posible que no traten de armonizar científicamente, aritméticamente, geométricamente, matemáticamente, los tres factores fundamentales económicos, a su vez pilares sobre los que se eleva el edificio social: población, producción y consumo de los bienes esenciales; que no es posible que persiga otra cosa que no sea la mayor igualdad en bienestar social entre los seres humanos pertenecientes a ese sistema y por ende la población del munto.

 Por el contrario, las democracias burguesas occidentales y las libertades nominales asociadas a ellas están construidas sobre la depredación y el abuso, sobre la injusticia y la desigualdad estructurales, sobre la ley y la trampa, en fin, al alcance de quienes pueden costear ésta y descubrirla. Unas veces las presas están localizadas en bolsas de población resignada a su suerte, desasistida y oprimida que habitan en el propio país, y otras en bolsas de otra población a miles de kilómetros de distancia que trabajan para los elegidos de occidente por salarios de hambre y en condiciones penosísimas. Unas veces las víctimas son la población de países ricos en materias primas de cuyos gobiernos débiles los gobiernos occidentales consiguen miserables ventajas comerciales para apropiarse de ellas, y otras son los pueblos que, con cínicas excusas, han sufrido ignominiosas invasiones llevadas a cabo por esos mismos gobiernos para saquear su energía...  

Y ahora permítaseme la siguiente digresión a propósito del socialismo real en Rusia y de las cifras de los represaliados cuando se estableció. Las cifras están notoria e inicuamente hinchadas por el enemigo capitalista, como hacen siempre los vencedores. Pero en todo caso, las cifras de represaliados en Rusia pueden equipararse, a escala y habida cuenta la población de entonces de las respectivas naciones, aproximadamente las mismas que la de los represaliados por Franco en España antes, durante y después de su guerra civil. Con una diferencia: los represaliados de Stalin eran opresores o habían estado con los opresores, mientras que los de Franco habían estado con la República y con los valores de la República que malograron los vencedores.  

 Sea como fuere lo cierto es que la desigualdad social en el sistema en que vivimos es a su vez sistémica y está en el ADN del modelo capitalista. La brutal diferencia entre los beneficios de las grandes empresas, de sus propietarios y de sus ejecutivos, así como el enriquecimiento desmedido e injusto de grupos sociales concretos, por un lado, y el empobrecimiento y miseria de grandes masas de población, por otro, no admite contestación. Pero es que tampoco tiene remedio mientras se mantenga el marco sociopolítico y económico. La libertad es la bandera. Pero la supuesta libertad de mercado plagado de oligopolios y de monopolios, neutraliza cualquier intento de armonía social y verdadera libertad que no sean de coyuntura. La ruptura social, aunque no llegue todavía a extremos revolucionarios por la paciencia de las clases desfavorecidas, está al fin y al cabo siempre latente de el sistema. 
Mañana publicaremos 
la segunda parte de este artículo

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