Ha muerto Suárez, el
artífice de la transición de la dictadura a la democracia; de la
dictadura real a la democracia nominal. Suponen los apologistas de la
transición que la transición fue un éxito político de Suárez que hubo de
doblegar a los albaceas franquistas para legalizar, por ejemplo, al Partido Comunista. Pues
bien, ya que está en boca de todos -y cuando se dice todos en España
hay que hablar de políticos y periodistas- el obligado panegírico post
mortem de Suárez, es el momento de analizar el momento en que se pasaba
de 40 años de dictadura a una democracia de mínimos que dura otros 40.
El
nacimiento de la democracia fue una "concesión" del poder franquista al
pueblo. Y la democracia siguió el curso de todo lo que es una concesión
y los efectos de toda concesión. Como concesión es todo lo que el
empresario paga al trabajador y regula para él, por más que hable de
consensos o pactos. El poder franquista, desaparecido Franco, transigía
admitiendo la entronización de la democracia. Y los albaceas
testamentarios de Franco no podían entregar las credenciales si no a la
clase social y castas políticas (aún sin política) predominantes. Pues
¿dónde estaban los representantes del pueblo? ¿Quién los convocó para el
pacto social imprescindible para la nueva etapa? Ni nadie de entre los
procuradores de las Cortes franquistas hizo un llamamiento a esos
representantes, ni los eventuales representantes que hubieran deseado
estar vieron ocasión alguna de pronunciarse sobre la transición y el
modo de hacerla... Todo fue un cocinado por miembros de la clase
integrante del franquismo.
Así
nació la democracia, así nació una Constitución y una monarquía; ambas
fruto del miedo de todo el país a un nuevo golpe de Estado si no se
aprobaban ambas inmediatamente. Así nació, viciada de consentimiento por
lo que toca al pueblo que no estuvo presente, un régimen a su vez
viciado de una ley electoral que favorecía el bipartidismo y el
privilegio estructural de las castas que cada día que pasa más lo
disfrutan.
La
maniobra tramposa funcionó, pero si tuvo alguna justificación o
queremos encontrársela, ahora que han pasado cuatro décadas desde que
murió el dictador es el momento de dar audiencia al pueblo, ofreciéndole
-nueva concesión- la oportunidad de pronunciarse sobre cómo desea que
sea el modelo, la gobernación y la nueva singladura de España.
Nunca
podrá verse en España una democracia a la altura de las restantes de la
Europa Vieja hasta que los perdedores, los hijos y los nietos y los
biznietos de los perdedores de la guerra civil no se sientan de algún
modo resarcidos. Y la única manera de sentir profundamente el
resarcimiento es situándose las capas de la sociedad¡ generación tras
generación¡ que perdieron esa guerra y siguen desde entonces sufriendo
las consecuencias en numerosos aspectos (nivel de renta, posición,
influencia, etc), al mismo nivel de poder e influencia que tienen los
herederos de las clases sociales que dominaron y siguen predominando en
esta democracia de cartón piedra que es la democracia española.
En
resumidas cuentas, Adolfo Suárez vehiculó la primera transición de la
dictadura a la democracia. Bien, démosle gracias por ello y a otra cosa.
Ahora son innegociables los preparativos para la segunda transición de
la democracia corrupta plagada de corruptos en todos los estamentos, a
una democracia real donde el pueblo sea el verdadero y más robusto
participante.
DdA, X/2.655
No hay comentarios:
Publicar un comentario