Lazarillo
Juan Fermín Vílchez, periodista y autor de la obra Historia gráfica de la prensa diaria española (1758-1976), firma hoy un interesante artículo en Público acerca de un fenómeno de indudable calado sociológico y cultural como es el de la crisis de la prensa diaria en papel, que este Lazarillo ha observado con el cada vez más despoblado muestrario de los kioscos y con la creciente carencia de los periódicos en las manos de los transéuntes o en los mostradores de las cafeterías. El balance que se descubre en la estadística que ofrece el artículo, correspondiente al último decenio y casi desde el arranque de la informática como nuevo canal periodístico, indica que rotativos como El País o ABC sufrieron unas pérdidas en el promedio de ejemplares por día que se cifran en torno al 33 y al 47 por ciento, respectivamente. La difusión total de los diarios en España descenedió un 11 por ciento en 2013 y van ya siete años de pérdidas en las empresas editoras. La pregunta que cabría hacerse con estos datos es si en un futuro  relativamente corto pasaremos del S.O.S. vigente a un R.I.P. que ahora parece casi hasta previsible:
"La crisis de la prensa diaria impresa es una realidad creciente en 
las naciones más desarrolladas, desde que a finales del pasado siglo 
comenzaron a implantarse los sistemas informáticos para difundir 
noticias y opiniones, además de instruir y entretener. Los expertos en 
comunicación social auguran un futuro inmediato donde desaparecerán 
numerosos periódicos legendarios, sobrevivirán muy pocas cabeceras para 
minorías lectoras adictas al papel y los medios digitales serán 
hegemónicos. En España, sin embargo, este horizonte es peor que en otros
 países a causa de los problemas económicos, sociales y políticos que 
padecemos.
Los rotativos españoles siguen perdiendo lectores de manera alarmante. Según la prestigiosa revista Noticias de la Comunicación,
 la difusión total bajó más del 11% en 2013 y las empresas editoras 
encadenan siete años de pérdidas, después que la facturación 
publicitaria esté en caída libre. No obtienen beneficios ni siquiera 
regalando junto al periódico películas o vendiendo productos de los 
bazares chinos. En consecuencia, los despidos laborales y los 
expedientes de regulación de plantillas proliferan en las redacciones. 
La Asociación de la Prensa de Madrid cifra en 11.150 los empleos 
destruidos desde 2.008, y en 2013 han desaparecido del mercado ocho 
cotidianos.
La citada revista, en su número del pasado diciembre, informa de los 
periódicos que más descienden en circulación entre enero y noviembre de 
2013, con respecto al mismo periodo de 2012: El País, 33.852 ejemplares menos al día; Marca, 32.729; El Mundo, 32.555; Abc, 32.157; As, 22.293; La Vanguardia,
 18.565; y así hasta una larga lista que incluye a los 88 títulos de 
pago controlados por la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD). 
La pérdida total de ejemplares diarios en dichos meses asciende a 
374.429.
El público lector huye de la prensa española tradicional porque ésta 
ya no es lo que fue, una referencia durante la Transición política en la
 defensa de la democracia y las libertades. Se ha perdido calidad y 
rigor en su elaboración, sobre todo desde que los periodistas más 
expertos fueron despedidos o jubilados prematuramente de las 
redacciones. Además, los máximos responsables de los periódicos no 
aciertan con los cambios que introducen en sus respectivos medios, 
principalmente rediseños gráficos, cuando intentan encontrar soluciones 
que detengan los descensos imparables en las difusiones.
Aquí estamos dando la espalda al llamado cuarto poder no sólo 
como consecuencia de las nuevas tecnologías de la información. Este 
distanciamiento también ocurre con los otros tres poderes clásicos, el 
ejecutivo, el legislativo y el judicial, después que haya arraigado en 
nuestra sociedad un nuevo estado dominado por la corrupción y la pérdida
 de los valores morales. Los resultados de los sondeos de opinión 
pública recientes y las cifras de las tiradas de los diarios en el 
último decenio confirman lo dicho.
Casi todos estamos irritados con las líneas editoriales de los 
periódicos, cualquiera que sea su ideología. Pero la mayoría de sus 
directores está al servicio de quien les paga, no de los lectores. El 
control, de forma directa o indirecta, que ejercen las entidades 
bancarias sobre las empresas periodísticas tiene un efecto catastrófico.
 Los banqueros, movidos por la influencia que ejercen sobre los 
políticos, quienes a su vez acuden presurosos a rescatarlos de los 
desastres financieros que ponen en peligro al corrompido sistema, son 
los últimos responsables de la situación.
Los editores, mientras tanto, piensan únicamente en sobrevivir, 
aunque sea con las subvenciones de dinero público, o los créditos de los
 bancos a los que están atados y rinden pleitesía. No están gestionando 
bien la crisis y tampoco supieron ver hace dos décadas lo que se 
avecinaba, tras haber obtenido grandes beneficios durante la revolución 
tecnológica de los años ochenta, que acabó con la imprenta de Gutenberg y
 los oficios tipográficos.
Hace un año, cuando se cumplió el 255 aniversario del nacimiento del primer periódico cotidiano español, el madrileño Diario Noticioso, Curioso-erudito, y Comercial Público, y Económico, describí en Público.es el estado crítico del periodismo español. (Aniversario desolador para la prensa diaria, 1 de febrero de 2013). El adjetivo desolador
 usado entonces puede sustituirse hoy, desafortunadamente, por las 
siglas S.O.S. Deseo con vehemencia que nunca sea por las de R.I.P.
DdA, X/2.616 
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