Félix Población
Me unen con Víctor Manuel tres
circunstancias que han contribuido a que lo haya estimado como cantautor a lo
largo de su dilatada trayectoria. Como mi padre, el suyo fue ferroviario y los
dos se saludaban en la estación de Mieres del Camino hablando de los progresos de
sus respectivas criaturas. Víctor Manuel, mayor que yo, era ya sobradamente
conocido cuando un servidor se iniciaba como aprendiz de reportero en la Villa y Corte.
Antes de eso, la canción “El
cobarde” no dejaba de sonar en todos aquellos bares de Ceuta con máquina de
discos donde quien lo recuerda entraba rapado de recluta y pretendía hacer una
simbólica protesta canora contra aquel tiempo de reclusión castrense y tiros al
agua en la playa del Tarajal -de tan deplorable actualidad hace unas fechas-, que nos hacía perder año y pico de nuestra
pletórica mocedad, surtida de proyectos civiles mucho más cívicos.
Si esas dos circunstancias jugaron
a favor de mi aprecio por Víctor Manuel, no lo fue menos la tercera -más
anterior todavía en el tiempo-, cuando en 1969 tuve oportunidad de saludarlo en
el diario Región de Oviedo, de la
calle Fray Ceferino, donde yo firmé mis primeros artículos/protesta gracias a
la generosa tolerancia de su director, Ricardo Vázquez Prada, que me alojaba al
lado de sus leidísimas “Gotas de tinta”. Víctor me pareció entonces un rapaz tímido,
sencillo y afable al que deseé por simpatía la mejor suerte del mundo.
Han pasado cincuenta años desde
que el nieto del minero picador iniciara su carrera y es hasta cierto punto
lógico que el cantautor quiera celebrar ese medio siglo con un gran concierto
en Oviedo, que tendrá lugar este año durante las fiestas de la ciudad. No
faltarán a la cita algunos de sus amigos y colegas que, como Joan Manuel Serrat,
Joaquín Sabina, Miguel Bosé o Miguel Ríos, también cantarán en el evento
“Cincuenta años no es nada”.
El éxito de la convocatoria ha
sido de tal magnitud que hasta cuatro
mil entradas del aforo se vendieron en un solo día, según informaba ASTURES.
Con ello se demuestra una vez más que Víctor
Manuel cuenta en esta región con un público cuya fidelidad se resiste al paso
del tiempo y permanece a la escucha en vivo y en directo de lo que Víctor cante
porque forma parte, sobre todo, de esa memoria sentimental que todos llevamos
dentro cuando el tiempo da una pátina de nostalgia a las canciones del ayer que
configuraron nuestra juventud, sin reparar apenas –o dejando al margen, como si
fuera subsidiario- que las voces, como la piel, se arrugan y ya no son las
mismas que hace veinte, treinta o ¡cincuenta años!
Decía Víctor Manuel en una
entrevista publicada en el citado periódico con motivo de ese acto que seguirá
cantando mientras el cuerpo aguante, pero hubiera preferido que en lugar del
cuerpo se hubiera referido a la voz, instrumento clave de la actividad que le
ha dado nombre y público. Tanto la suya, como la de Sabina o la del mismo y
admirado Joan Manuel Serrat, deberían considerar su retirada, por mucho que las
técnicas de sonido arropen sus carencias. En el caso de Víctor Manuel creo que
hubiera sido oportuno hacerlo aprovechando este cincuentenario de su trayectoria
y seguir así el ejemplo de otros afamados colegas como Lluís Llach o Miguel Ríos.
Lo mejor sería que sus canciones sigan
sonando en los discos, donde sus oyentes podrán comprobar mejor el pulso
emotivo de su memoria, sin riesgo de que lo pueda perturbar cualquier incidencia
negativa en medio de un escenario. Cincuenta años es mucho tiempo en una voz.
Así lo consideró en su día el más internacional de los cantantes asturianos
antes de Víctor Manuel, el olvidado José González “El Presi”, menos reconocido en su tierra,
cuya canción “Si yo fuera picador” tan dentro nos sigue sonando a muchos tantos
años después.
*Artículo publicado hoy también en Astures.info
DdA, X/2.635
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