jueves, 6 de febrero de 2014

EL MAR CANTÁBRICO NO CABE EN SÍ DE RABIA


Lazarillo

Viendo las gigantescas olas que registra el vídeo, este Lazarillo piensa en la furia desatada del mar como un síntoma febril y embravecido de su corazón, aliado con los vientos, para dar algún tipo de respuesta o aviso a nuestra desbocada civilización industrial, que lo maltrata y llena de inmundicia, matando su fauna y envenenando sus costas y fondos abisales.  La boya oceanográfica de la Universidad de Oviedo, situada a unos cuatro kilómetros al noreste del puerto de Cudillero, registró una ola de 20,87 metros de altura el sábado 1 de febrero, entre las once y la doce de la noche. Este registro se queda a solo 21 centímetros de lo que los expertos conocen como una "ola gigante" y es el récord medido por la plataforma universitaria, tal y como muestra el gráfico. Su altura es el equivalente a un edificio medio de siete plantas.
 
Me gustaría pensar que la altura de esa ola es equivalente a la intensidad del grito del mar que la mueve, haciendo sonar su alarma desatada, esa que de modo más discreto y agónico nos llega cada vez que alguno de sus grandes e imponentes residentes queda varado y muerto en sus orillas "sin que se sepan las causas". Dirán los meteorólogos que temporales así los hubo siempre, pero este Lazarillo no puede evitar un dato que es de ahora y movería a todo espacio vivo que lo sufre al grito: 6,4 millones de toneladas de plástico se depositan cada año en las profundidades oceánicas.

DdA, X/2.614

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