Félix Población
Después
de su estreno en el teatro Español, donde se
representó durante mes y medio, esta comedia negra de Martin McDonagh
(Londres, 1970) ha
llegado al escenario del Infanta Isabel para prolongar la
buena acogida que en su día tuvo en el teatro de la Plaza de San Ana. La
clave
de la función radica sobre todo en el magnífico trabajo del elenco
actoral y la
sabia dirección de Gerardo Vera. La obra -adaptada por José Luis Collado- tiene a mi juicio, en su desarrollo argumental
con falsos finales, una lesiva falta de verosmilitud en su desenlace.
Inishmaan es una pequeña isla perdida al oeste de Irlanda -país del que desciende el autor-, en
la que los personajes se hallan sumidos en una tediosa y aburrida existencia,
cuyas mejores y únicas expectativas están más allá del mar. Esa Irlanda
profunda, como la Galicia profunda de Valle Inclán, tiene toda la cruel
impronta de los ámbitos rurales primarios, donde lo repetitivo de las
circunstancias da lugar a diálogos de una reiteración permanente y cansina que
a veces parece confluir con la literatura del teatro del absurdo, aunque en este caso esté más cerca del teatro de la crueldad.
La
oportunidad de un cambio en sus aburridas vidas se les
presentará a los protagonistas de la historia con la llegada de un
equipo de
cine procedente de Hollywood -tal como sucedió de hecho a mediados de
los años
treinta-, cuyo objetivo es rodar un documental al que se incorporará el
menos llamado
a ser elegido, el contrahecho Billy, de quien hasta Kate y Eileen -las
dos ancianas
hermanas que los criaron desde niño- se burlan. Todos son burlas y
chanzas en
torno a Billy el Cojo en Inishmaan, si bien la contextura física del
mentado
inspira más ternura que zumba o aversión en el espectador. A Billy le
adornan sueños
e inquietudes intelectuales que harán posible su afán y cumplimiento de
aventura, aunque su
anclaje sentimental le arraigue a la postre y fatalmente a la isla, algo
que no queda suficientemente explícito en el personaje hasta el final.
Marisa
Paredes (Kate) representa a una anciana apagada y algo
ausente, a cuyo personaje quizá debería prestarle la magnífica actriz
algo menos
de
distinción, pues no creo que sea preciso para contrastar con el
papel de Eileen, personalidad mucho más recia y tosca, que Terele Pávez
interpreta
de modo notable. Tanto Adam Jeziersky como Irene Escolar cumplen sin más
haciendo, respectivamente, del afeminado y bobalicón Bartley, y de la
presuntuosa y malhablada Hellen, secreto amor de Billy a la que acosan
los curas. El esforzado papel de Billy lo trabaja sin llegar a sacarle
todo su partido
Ferran Villajosana, acaso porque le faltan tintes más marcados tanto en
sus taras físicas como en los sentimientos amorosos que decidirán su
porvenir.
Están correctos Ricardo Joven como Doctor y Marcial Álvarez
como Babbyboby, el apacible barquero que oculta bajo su tristeza un fondo resentido y brutal. Sobresale como
anciana dura, fría y alcohólica Teresa Lozano, madre del correveidile
Johnnypateenmike, encargado de amenizar con sus aburridos cotilleos la tediosa
existencia de los vecinos de la isla. Es de destacar la creación que Enric
Benavent hace de la teatralidad que tiene este atractivo personaje, hijo maduro de la vieja Mammy borracha, capaz de
pasar del cinismo burlón o el contumaz engreimiento por sus fútiles noticias a una expresividad más emotiva.
La
función estará once semanas más en el teatro Infanta Isabel de
Madrid y es muy posible que entretenga al público que guste del teatro
de texto, salvados esos falsos desenlaces que prolongan en exceso el
definitivo. Ya es de por sí motivo de suficiente atracción que volvamos a
tener a Terele Pávez y a Marisa Paredes en un escenario. Saberlo y
comprobar que sus
dotes y capacidad de trabajo son sobresalientes es todo un reclamo para
no
perderse El cojo de Inishmaan.
DdA, X/2.619

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