Recuerdo que a finales de los
setenta eran frecuentes y hasta nutridas las manifestaciones a favor de la
despenalización del aborto. La policía todavía reprimía con rigor franquista
aquellas convocatorias, según pude comprobar en dos que concluyeron a palos en
la Plaza de Neptuno y en la glorieta de Bilbao de Madrid.
España había vivido bajo la
dictadura un rancio régimen patriarcal de manifiesto dominio masculino que acabó
con los derechos de la mujer conseguidos durante la segunda República, entre
ellos el del aborto (1937), siendo ministra de Sanidad y Asistencia Social -no de Justicia, como
Gallardón- Federica Montseny. El franquismo relegó a la mujer a persona
subalterna, forzándola a la vida doméstica como esposa y madre amantísimas y
sacrificadas, sin identidad propia.
Quizá por estar eso muy fresco y
porque la Transición no fue nada diligente en despenalizar tanto el adulterio y
el amancebamiento (1978) como el aborto en sus tres supuestos (terapéutico,
criminológico y eugenésico), algo que no llegaría hasta 1985, aquellas
manifestaciones tenían un acento marcado de crispación, fruto del espíritu de
lucha de quienes las promovían y la dureza de quienes las reprimían.
Más de treinta años después, el
proyecto de ley del aborto aprobado por el actual gobierno en diciembre nos
retrotrae al pasado, tras la ley orgánica aprobada en 2010, pues es el más
restrictivo diseñado en periodo democrático. ¿Cómo es posible -me preguntaba
hace días con un amigo- que desde las organizaciones feministas, tan
meticulosas a la hora de denunciar el lenguaje machista y otras taras en contra
de la dignidad y los derechos de la mujer, no se haya llegado a programar una gran
manifestación en la capital del reino en oposición a la llamada “Ley
Gallardón”?
Pues bien, a falta de saber el
resultado final, ha sido la tertulia feminista Les Comadres, de Gijón, la que recientemente
ha dado a conocer una iniciativa similar que se plasmará ante el Congreso de
los Diputados el próximo 1 de febrero y a la que se están sumando otras
organizaciones del país. El día antes partirá de la capital cantábrica el
llamado Tren de la Libertad, que irá sumando viajeros a lo largo de su itinerario,
tanto en el propio tren como en vehículos particulares.
El objetivo final del desplazamiento
es entregar un manifiesto en el Congreso para que no se derogue la actual ley
de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que permite el aborto libre dentro de las
primeras 14 semanas de gestación. "Como ser humano autónomo me niego a ser
sometida a tratos degradantes, injerencias arbitrarias y tutelas coactivas en
mi decisión de ser o no ser madre”, se dice en el texto, en referencia al
anteproyecto de ley de Protección a la Vida del Concebido y Derechos de la
Mujer Embarazada, que solo permite el aborto en caso de violación o enfermedad
física o psíquica de la madre, previa certificación de dos médicos. Las
firmantes también subrayan que “ninguna mayoría política nacida de las urnas,
por muy absoluta que sea, está legitimada para convertir los derechos en
delitos y obligarnos a seguir principios religiosos mediante sanción penal.
Como ciudadana exijo a los que nos gobiernan que no transformen el poder
democrático, salvaguarda de la pluralidad, en despotismo".
Desde aquí felicito a las
organizadoras del Tren de la Libertad por poner en marcha una iniciativa que se
echaba de menos en la sociedad española actual, máxime entre quienes recordamos
aquellas manifestaciones previas a la ley de 1985 que de modo tan elocuente demostraban
los afanes de libertad y emancipación de la mujer después de salir del oscurantismo
franquista y que de ningún modo se pueden recortar más de treinta años después.
Para resistirse con más
conciencia aún a esa ley regresiva conviene recordar la imagen de la mujer
ideal que primó durante la dictadura gracias a la inspiración de Pilar Primo de
Rivera, entre cuyos postulados figuraban exhortaciones de esta guisa: “Si tu
marido te pide prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes".
"Si él siente la necesidad de dormir, no le presiones o estimules la
intimidad". "Si sugiere la unión, accede humildemente, teniendo
siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer.
Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es
suficiente para indicar cualquier goce que haya podido experimentar".
DdA, X/2.595
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