Fernando Olmeda
La Tribu fue uno de mis libros de cabecera cuando comencé a estudiar periodismo, junto a Informe sobre la información de Vázquez Montalbán, La prensa y la calle de Juan Luis Cebrián y La radio de Ángel Faus.
La lectura de aquella aventura de periodistas ambientada en Guinea
Ecuatorial afianzó mi vocación infantil. Consolidó mi idea de que este
oficio es una forma de vida en la que sólo vale el compromiso con la
verdad y la empatía con los que sufren.
Me ayudó a ser periodista, aunque nunca fui reportero de guerra.
Nunca tuve ese cuaderno de notas negro, estrecho y vertical, muy
manejable, del Press Correspondents Notebook de la RCA Global Communications
que tanto impresionaba en aquellos años a los recién llegados a la
cofradía de los corresponsales de guerra. Nunca formé parte de ese club
de las 4D's -depresivos, deslenguados, dipsómanos y divorciados- que
vivió años de gloria y que ahora está en vías de extinción. Nunca fui un
"action junky". Pero, admirado maestro, aun estando lejos, me enseñaste
a ser tenaz, humilde, respetuoso, sensible, audaz... Admito que no
siempre lo conseguí.
Veinticinco años después de ponerme por primera vez delante de un
micrófono -al final pudo más la magia de las ondas que el romanticismo
de las guerras-, incluí opiniones tuyas y fragmentos de La tribu en mi libro Gerda Taro, fotógrafa de guerra.
El periodismo como testigo de la historia, con la idea de actuar como
humilde altavoz para nuevas generaciones de periodistas que nunca te
leyeron, Manu Leguineche. "Intermediario entre todo el follón", has dicho alguna vez, fijando con coloquial precisión la esencia de nuestro trabajo.
Siempre tuve muy presentes tus lecciones. Tu forma de escribir (La vuelta al mundo en 81 días,
qué delicioso viaje) y tu marchamo de autenticidad. Tu pasión por
descubrir y por narrar con un estilo propio. Tu pasión por contar la
verdad, que es lo que uno siente y toca y sufre y llora; que son
rostros, nombres, esperanzas, derrotas; que es lo que nos llega al
corazón y nos cambia para siempre. Manuel, la gratitud es memoria viva
del corazón.
DdA, X/2.602
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