Viendo la televisión estos últimos días me encontré con una cuasi-unánime
opinión entre los tertulianos de diferentes programas con respecto a la autoría
de las acciones violentas que se produjeron en el barrio del Gamonal. Con
seguridad absoluta, sentenciaban que se trataba de grupúsculos anarquistas
itinerantes. Pequeñas bombas de odio cuyo único fin es sembrar el caos y el
terror a tontas y a locas.
No sirvió de mucho que los vecinos insistieran en
que no estaban dirigidos por anarquistas ni quincemayistas. Ni que
hicieran hincapié en que, expresamente, repudiaban cualquier simbología
política. La suya era una reivindicación ciudadana. Tampoco les frenó el hecho
de que los detenidos no fueran ceneteros insignes sino gente
del barrio sin antecedentes. La sombra de la conspiración anarquista ponía como
motos a los contertulios.
Días después, una concentración pacífica de apoyo al
barrio burgalés en Zaragoza acabó en una batalla urbana en el casco viejo
zaragozano. El barrio de La Madalena (donde casualmente se encuentran las sedes
de la CNT, la CGT y el PC) fue tomado por un despliegue policial que podía
bastar para invadir un país mediano. Antes de que se produjeran los incidentes,
la policía ya estaba apostada en la puerta de los presuntos alborotadores. En
mi pueblo a eso se le llama provocar un poco, ¿no? Una caza de brujas que
luego acaba como acaba.
En este punto, he de manifestar que
servidora también forma parte de un sindicato libertario. Durante treinta años
he participado en causas sociales y medioambientales con filosofía pacifista y
acciones no violentas, igual que mis compañeros. Exponiendo únicamente nuestra
propia integridad física y libertad. No llevamos una bomba bajo el brazo.
Mucho peor. Nuestro arsenal es el deseo de una democracia directa,
participativa, con consejos de ciudadanos y trabajadores. Una sociedad basada
en la libertad y la igualdad que no esté subordinada a la élite política y
económica. Y no aceptamos las tiranías ya sean financieras, religiosas,
sexuales o institucionales.
Esto tiene más peligro que cuatro contenedores
ardiendo, créanme. El hecho de que no nos resignemos. De que no desmayemos en
el ideal de un mundo mejor.Como ya expresó una de las charlatanas,
perdón quise decir tertulianas, matutinas: ¿Qué será lo próximo? ¿Pedir que
esta sea una democracia asamblearia donde cualquiera pueda opinar? Pues
oiga, en vista de lo visto, igual había que probar. Digo yo que ya va siendo
hora.
DdA, X/2.603
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