lunes, 27 de enero de 2014

BRUTAL ATAQUE AL SÍMBOLO DEL ESPÍRITU SANTO EN EL VATICANO


Lazarillo

De seguro que en tiempos más levíticos y mitológicos, la imagen que ayer domingo vivieron los creyentes católicos convocados en la Plaza del Vaticano ante el balcón del papa Francisco se habría considerado un símbolo inequívoco de malos augurios. Dos blancas palomas de la paz, soltadas previamente desde ese lugar por un niño y una niña, fueron atacadas de modo inmisericorde por un cuervo y una gaviota nada más emprender su vuelo, levantando el consiguiente y masivo griterío de angustia y condolencia entre la muchedumbre. A este Lazarillo le ha parecido como si se cumpliera a ojos vista la letra de la canción de la admirada Violeta Parra ante las propias narices del pontífice:  

¿Qué dirá el Santo Padre
que vive en Roma,
que le están degollando
a sus palomas?

Como todos los creyentes católicos saben muy bien, además de simbolizar la paz, la paloma es el símbolo del Espíritu Santo, tal como podemos leer en Mateo, 3:16:  

Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él”

El interés del Señor en este suceso es evidente por el hecho que se registra en los cuatro evangelios. Una tradición judía traduce Génesis 1.2. de la siguiente manera: "El Espíritu de Dios como una paloma cobijaba el haz de las aguas". Las características de la paloma son: gentil, tierna, graciosa, inocente, suave, pacífica, pura, paciente, fácilmente contristada o asustada y fiel.

El hecho de que el Espíritu Santo es representado como una paloma indica que Él nunca demanda ni obliga a los suyos; Él obra por medio de suaves directivas o persuasiones. Cristo instruyó a los creyentes de ser "sencillos como palomas", Mateo 10.16. El tener al Espíritu Santo morando dentro como paloma es saber que uno está en paz con Dios, pues hemos sido justificados en Cristo.

Puntos de Página

Me gusta el pie que pone Harguidey a la foto: Lo que piensan
las jóvenes generaciones del mundo que les dejamos.

DdA, X/2.606

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