Ana Cuevas
Del
nutrido ramillete de humoristas chabacanos y socarrones que gobiernan
España, hay un capullo en flor que destaca por su insolente verborrea.
El ministro Montoro es un tipo sin pudor. No se corta un pelo en negar
la mayor respecto a la "purga" que ha descabezado a más de 320 cargos de
Hacienda en los últimos dos años. Su explicación sobre la normalidad de
la lluvia de ceses y dimisiones en la agencia, precisamente entre
quienes investigaban a la familia real y a los grandes defraudadores,
solo puede deberse a una razón: Nos toman por gilipollas.
El ministro
que se pone chulico y amenaza a los periodistas con una inspección
sorpresa o sugiere investigar como fraude el dinero que se regala a los
novios en las bodas, es el mismo que puso en marcha una amnistía fiscal
que solo benefició a unos cuantos chorizos respetables. Mientras Montoro
raja los colchones de la desangrada ciudadanía buscando cualquier
indicio fraudulento, pone puente de plata a los evasores y defraudadores
de postín. No olvidemos que el 73% del fraude fiscal se lo debemos a
las grandes empresas.
Pero en algo estoy de acuerdo con don Cristobal,
esta "purga" no es ideológica. Responde a otro patrón delictivo, más
propio de la Mafia, en el que todos los miembros cuidan de la
prosperidad de la "familia". Si alguien estorba en sus negocios,
intentan hacer que parezca un accidente. O una renovación
supermegalógica de cargos. Menos mal que luego el ministro lo arregló
con unas declaraciones muy reveladoras (sobre todo de lo mucho que le
cuesta no revelar su subconsciente): En el 2015 volverá a ganar el PP porque los mercados no son gilipollas.
Está claro para quién trabaja este pavo. Y no es para los españolitos
que votaron su programa fantasma en 2011. Éstos solo fueron tontos
útiles para alcanzar el poder y servir a los intereses de sus verdaderos
amos. Esos mercados que son de todo menos gilipollas.
La
cuestión es averiguar si, como cree Montoro, los españoles somos
gilipollas. Pero eso lo sabremos en las próximas elecciones. De momento,
nos tratan como a tales.
DdA, X/2.564
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