Primero Netanyahu dijo que iría al funeral de Nelson Mandela. Tres horas después decía que no iría. Que era “demasiado caro”
(?!) . Se comentaba que sería el presidente del país, Simon Peres,
quien asistiría. Pero al cabo de unas horas éste decía que no iría “por
una gripe”. Entonces las miradas se dirigieron a la ministra de Justicia
Tzipi Livni pero … finalmente será el portavoz del parlamento israelí
(una figura de segunda línea ) quien ostentará
la representación del país en el funeral . ¿Por qué ? ¿Qué puede haber
llevado a las máximas figuras de un país como Israel, que dedica enormes
esfuerzos a promocionar su imagen internacional, a ausentarse del evento y punto de encuentro de mandatarios internacionales más importante del año?
La respuesta es que la imagen de Israel
en Sudáfrica está bajo mínimos y se esperaban protestas contra la
presencia de sus máximos responsable. La mayoría de noticias han
recogido la versión oficial (“el viaje es demasiado caro”, “una gripe” ,
etc . ) . Sólo en algunas crónicas se apuntaban estos otros motivos con
la boca pequeña
y sin entrar a explicar los motivos de esta mala imagen. Intentaremos
explicar los motivos y, por qué lejos de ser una anécdota, es un síntoma
de cómo el crédito de Israel se está agotando de forma acelerada .
Esta mala imagen, que no tiene nada que
ver con el antisemitismo (como intentarán decir algunos), responde a dos
factores. El primero es el papel de Israel como aliado del régimen de
Apartheid Sudafricano. Los detalles de esta relación han emergido de
forma contundente a la luz pública en los últimos años. Tal y como
explica el ex- Editor del New York Times Sasha Polakow-Suransky en su
libro “The Unspoken alianza: Israel’s secret relationship with apartheid South Africa”
las intensas relaciones entre los dos países han sido uno de los
fenómenos más silenciados de las últimas décadas (aquí puede leerse un resumen del
libro ). Sin embargo, este silencio se está rompiendo en los últimos
años y la muerte de Mandela parece estar acelerando este proceso. En
2010 el diario británico The Guardian consiguió en exclusiva los documentos
secretos que demostraban que, entre otras cosas, Israel había intentado
vender al régimen racista la tecnología para construir la bomba
nuclear. Estos documentos serían también la primera prueba escrita del
que todo el mundo sabe pero nadie dice oficialmente : que Israel tiene
armamento nuclear. La noticia también fue recogida
por la prensa española . Las negociaciones las condujo precisamente
Simon Peres (entonces Ministro de Defensa ) e incluso se puede leer una carta
suya agradeciendo el trato recibido durante su visita a Pretoria y la
voluntad de profundizar en la cooperación entre los dos países .
Cuando se hizo pública la muerte de Nelson Mandela, Netanyahu y Peres fueron unos de los primeros mandatarios en alabar
su figura y su lucha contra el régimen de Apartheid. No obstante, a
medida que han pasado los días estas palabras han sido fuertemente
denunciadas y, justamente, han hecho que se hable aún más sobre su complicidad con el régimen Sudafricano. En este sentido, destaca una investigación
de la cadena estadounidense NBC News donde se asegura que la relación
fue mucho más allá de la negociación nuclear y , entre otras cosas,
Israel se comprometió a mejorar la imagen y la reputación internacional
de la Sudáfrica del Apartheid.
El segundo factor es que muchos
Sur-Africanos ven un gran paralelismo entre el régimen de Apartheid
Sudafricano y lo que califican como un ” Apartheid Israelí ” . Esto es,
el sistema de desplazamiento, separación y discriminación institucional
que afecta a toda la población palestina (esté en el exilio de los
campos de refugiados, en territorios ocupados o dentro del propio
Israel). La periodista Israelí Amira Hass ha explicado recientemente y
de forma brillante por qué cada vez más gente habla de un “Apartheid Israelí” y en qué consiste este concepto. Este paralelismo lo han hecho, entre otros, el Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, el ex-ministro Ronnie Kasrils o la actual ministra
de “relaciones internacionales”. Pero lo que es más relevante es que en
el caso de Sudáfrica las condenas a Israel no se han quedado en la
clásica denuncia sin consecuencias y han ido acompañadas de hechos. Así,
Sudáfrica no permite que los productos producidos en las colonias
israelíes sean etiquetados como “Made in Israel” y los etiqueta “Made in Occupied Territories”, la Universidad de Johannesburgo ha cortado formalmente los lazos
con una Universidad Israelí siguiendo la llamada al boicot Académico
hecha por la sociedad civil palestina, el principal sindicato del país
ha adoptado la campaña de boicot, y, hace sólo un mes su gobierno anunció que reducía a la mínima expresión su contacto con el estado de Israel.
Sudáfrica se ha convertido en la punta de lanza de la campaña internacional para el Boicot , Desinversiones y Sanciones (BDS)
a Israel. No es casualidad. Y las ausencias al funeral de Mandela no
han hecho más que visibilizar un proceso que viene de lejos y que está
llevando a un lento pero inexorable aislamiento internacional del estado
de Israel como respuesta a sus políticas hacia la población palestina.
En el momento de terminar este escrito se
ha publicado un texto que analiza todo esto y va en la misma línea de
lo que he escrito: Why aren’t Netanyahu and Peres going to Johannesburg for Mandela’s memorial?
Otro texto sobre la materia : An Overview: Apartheid South Africa & Israel.
DdA, X/2.564
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