domingo, 29 de diciembre de 2013

EL TERRIBLE TESTIMONIO DE SYRA VILLALAIN EN LA CAUSA ESMA

Lazarillo

La crónica es de Alejandra Dandan y la publica en su edición de hoy el prestigioso diario argentino Página/12. La protagonista, Syra Villalain, tiene 87 años y hace un precisa rememoración de una historia que se remonta al tiempo de la dictadura de los generales, con una fecha inicial, la madrugada del 17 de febrero de 1977. Su testimonio lo han escuchado los jueces del tribuna de la causa ESMA (Escuela Mecánica de la Armada). Ese día, cuenta Alejandra Dandan, una patota (grupo de represión) revisa los doce ambientes de las dos plantas de la casa de Syra en Floresta, revuelve todo, da vuelta todo y se lleva a la fuerza a Eduardo Alvaro, el hijo más chico de los siete que tienen Syra y su marido, el médico del barrio Eduardo Manuel Franconetti. Unico varón, de la familia, tenía 18 años, había militado en la UES, pero a esa altura ya no lo hacía.

“Yo quiero destacar entre las secuelas de la represión del terrorismo de Estado la destrucción de tantas familias como la mía”, dijo la mujer al Tribunal Oral Federal 5. “Nosotros, yo, tenía siete hijos. Mi marido era médico, médico de gente pobre, médico de barrio como los que había antes. Eramos una familia con dificultades y con problemas, como ocurre en tantísimos hogares, pero mi esposo tenía derecho a conocer a sus nietos y mi hija y su marido (también desaparecidos más tarde) tenían derecho a ver crecer a sus hijas. Lo que pasó con mi familia no fue solamente con una o dos familias, sino con treinta mil que sufrieron lo más terrible que le puede pasar a un adulto, que es vivir la muerte de un hijo.
Syra habló sin pedir recesos. Sólo alguna vez les pidió a los jueces “un segundito”. Tomó agua como quien aprendió a darse fuerza con lo que tiene a mano y siguió. El grupo armado que entró a la casa hizo una revisión minuciosa. “Los doce ambientes quedaron totalmente desordenados, con los pisos cubiertos por las cosas que fueron sacando de los placards y muebles.” Además de llevarse a su hijo Eduardo, se llevaron por unas horas a su esposo Eduardo Manuel, al que liberaron a la mañana siguiente. Eduardo padre estuvo alojado en una celda de un sótano, desde donde pudo sentir lo peor. “Pudo llegar a oír –dijo Syra– los gritos de mi hijo, que estaba siendo torturado.”

DdA, X/2.582

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