A la vez que el ayuntamiento
madrileño y las empresas de limpieza continúan su vampírica danza
alrededor de los trabajadores en huelga, estos últimos han hecho una
donación masiva de su sangre en agradecimiento al apoyo social recibido.
Y es que este conflicto (como el de los autobuses zaragozanos o el
de tantos otros colectivos que nos hemos visto obligados a ponernos en
pie de guerra para defender nuestros puestos de trabajo) tiene mucho que
ver con el valor de la proletaria hemoglobina.
La oligarquía siempre ha
necesitado libar de esa sangre obrera para conseguir acumular poder y
fortuna. La lucha de clases no es un concepto nuevo aunque, tras décadas
y décadas de pelear duramente para minorar la sangría patronal, se
establecieron contratos y conquistas sociales que creímos que durarían
para siempre. Pero se inventaron una crisis. Nadie me saca del coco que
algún mago neocon se la sacó de un sombrero y a sus amiguitos, lo que se
conoce por la élite financiera, se les afilaron los colmillos.
Sintieron la llamada de esa sangre obrera, latiendo atemorizada por el
desempleo y la precariedad, que se entregaría hipnóticamente a sus
mordiscos.
Y así nos tienen a todos los trabajadores, sunsidicos como un
pellejo de vino. Sin embargo, algunos reaccionan. Han decidido, como
los compañeros madrileños o los zaragozanos, hacer bullir la sangre
obrera que corre por sus orgullosas venas. Plantar cara a una masacre
laboral provocada, en ambos casos, por un combinado de ineptitud,
posicionamiento ideológico e incluso oscuros intereses de los
respectivos ayuntamientos.
No es lo que se lleva. Incluso, entre algunos
ciudadanos tiene mala prensa resistir al holocausto colectivo si a
ellos les ocasiona la más mínima molestia. Esos no tienen sangre. O será
que no les llega hasta el cerebro. Con un poco de suerte, alguno
recibirá la que han donado generosamente los huelguistas madrileños.
¿Quién sabe? A lo mejor, la misma Ana Botella o el alcalde Belloch,
podrían disfrutar en un futuro una transfusión de denominación obrera.
Aunque yo los veo más sangrientamente compatibles con las empresas que
subcontratan. Con nuestra encabronada sangre fluyendo en su organismo,
lo más leve, una urticaria. De ahí "pá" arriba. ¡Salud y viva la lucha
obrera!
DdA, X/2.538
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