Sueño con una sociedad libre
donde sus administradores no sean personajes sólo hábiles para la
retórica, secuestrados por la economía, por los economistas, por los
especuladores y por los mercados.
Sueño
con una sociedad donde los ladrones que más poseen y los que tiene
responsabilidad colectiva sean castigados con mucha mayor severidad que
los ladrones que nada poseen y que los ciudadanos sin esa
responsabilidad.
Sueño
con una sociedad donde sobresalgan efectivamente los más capaces, los
más inteligentes y los más magnánimos, y no los truhanes más astutos y
con menos escrúpulos.
Sueño
con una sociedad donde los medios de información no estén interesados
por encima de todo en explotar comercialmente hasta la náusea la noticia
e incluso en crearla, mucho más que en darla; donde no destaquen como
muy grave lo banal y que de lo banal hagan un mundo.
Sueño
con una sociedad donde los magistrados no se solapen unos en otros en
órganos colegiados para dictar sentencias favorables a los poderosos,
haciendo de la juridicidad aplicada un instrumento opresor de los
desamparados y una herramienta para robustecer más aún a los socialmente
más fuertes. En este sentido sueño más: con una sociedad donde no haya
jueces, y donde si los hay, brillen por su ecuanimidad y no por su
afección a las ideologías dominantes.
Sueño
con una sociedad donde los sumos sacerdotes de la modernidad, los
economistas, no se arroguen públicamente la presunción de tener las
claves para las soluciones sociales y hacendísticas, cuando grandes
sectores de la sociedad occidental en general y alguna como la española
en particular, padecen graves desigualdades sociales y desequilibrios
pese a ellos y pese a los entorchados académicos domésticos y
galardones universales de algunos de ellos. Es decir, con una sociedad
donde los economistas estén persuadidos de que sus conocimientos sólo
sirven para explicar lo que sucede o no sirven para nada.
Sueño con una
sociedad donde los trabajadores no vivan atemorizados por carecer de
empleo y de recursos, donde si tienen empleo no vivan con el temor a
perderlo, donde no acepten trabajos humillantes por salarios de hambre;
con que se subleven si han de vivir como esclavos.
Sueño
con una sociedad donde la ética universal del no hagas a otro lo que no
quieras para ti, se imponga sobre la conducta egoísta, depredadora y
tramposa; donde algún día se eleve la conciencia y la inteligencia de
los que están al frente de la civilización y especialmente al de la
sociedad española -ya que no al frente de la cultura-, hasta obligarse a
que prevalezcan la racionalidad y el bien común sobre el interés
personal, de clan y de tribu.
Sueño con un
parlamento español, ya que se le ha dado por buena a esta grotesca
democracia, y ya que se presume de un temperamento nacional brusco y
arrojado, donde se radicalicen las intervenciones cuando toque, sin
hacer concesiones a lo políticamente correcto interpretado por los
teólogos de la política y de los medios.
Sueño, en fin, con una sociedad donde el arte, la
belleza y el bien triunfen por fin sobre la depredación salvaje, sobre
el abuso y sobre el desprecio de los dirigentes, hoy habitual, hacia el
logos, hacia la inteligencia y hacia la humanidad.
DdA, X/2.538

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