miércoles, 13 de noviembre de 2013

SUEÑO CERVANTINO CONTRA EL DESPRECIO DE LOS DIRIGENTES AL LOGOS Y LA SENSIBILIDAD

Jaime Richart

Sueño con una sociedad libre donde sus administradores no sean personajes sólo hábiles para la retórica, secuestrados por la economía, por los economistas, por los especuladores y por los mercados.
Sueño con una sociedad donde los ladrones que más poseen y los que tiene responsabilidad colectiva sean castigados con mucha mayor severidad que los ladrones que nada poseen y que los ciudadanos sin esa responsabilidad.
Sueño con una sociedad donde sobresalgan efectivamente los más capaces, los más inteligentes y los más magnánimos, y no los truhanes más astutos y con menos escrúpulos. 
Sueño con una sociedad donde los medios de información no estén interesados por encima de todo en explotar comercialmente hasta la náusea la noticia e incluso en crearla, mucho más que en darla; donde no destaquen como muy grave lo banal y que de lo banal hagan un mundo. 
Sueño con una sociedad donde los magistrados no se solapen unos en otros en órganos colegiados para dictar sentencias favorables a los poderosos, haciendo de la juridicidad aplicada un instrumento opresor de los desamparados y una herramienta para robustecer más aún a los socialmente más fuertes. En este sentido sueño más: con una sociedad donde no haya jueces, y donde si los hay, brillen por su ecuanimidad y no por su afección a las ideologías dominantes.
Sueño con una sociedad donde los sumos sacerdotes de la modernidad, los economistas, no se arroguen públicamente la presunción de tener las claves para las soluciones sociales y hacendísticas, cuando grandes sectores de la sociedad occidental en general y alguna como la española en particular, padecen graves desigualdades sociales y desequilibrios pese a ellos y pese a los entorchados  académicos domésticos y galardones universales de algunos de ellos. Es decir, con una sociedad donde los economistas estén persuadidos de que sus conocimientos sólo sirven para explicar lo que sucede o no sirven para nada.
Sueño con una sociedad donde los trabajadores no vivan atemorizados por carecer de empleo y de recursos, donde si tienen empleo no vivan con el temor a perderlo, donde no acepten trabajos humillantes por salarios de hambre; con que se subleven si han de vivir como esclavos. 
Sueño con una sociedad donde la ética universal del no hagas a otro lo que no quieras para ti, se imponga sobre la conducta egoísta, depredadora y tramposa; donde algún día se eleve la conciencia y la inteligencia de los que están al frente de la civilización y especialmente al de la sociedad española  -ya que no al frente de la cultura-, hasta obligarse a que prevalezcan la racionalidad y el bien común sobre el interés personal, de clan y de tribu.
Sueño con un parlamento español, ya que se le ha dado por buena a esta grotesca democracia, y ya que se presume de un temperamento nacional brusco y arrojado, donde se radicalicen las intervenciones cuando toque, sin hacer concesiones a lo políticamente correcto interpretado por los teólogos de la política y de los medios.
Sueño, en fin, con una sociedad donde el arte, la belleza y el bien triunfen por fin sobre la depredación salvaje, sobre el abuso y sobre el desprecio de los dirigentes, hoy habitual, hacia el logos, hacia la inteligencia y hacia la humanidad.

DdA, X/2.538

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