viernes, 8 de noviembre de 2013

HACER EL AMOR EN UN ACORDE

Alicia Población


"Lo que tienes que hacer es acariciar las teclas, llegar a todas ellas y emplear la misma presión en cada una."

No es ningún secreto. Si acaricias las teclas de un piano en vez de percutirlas como si fuera una mesa de escuela en una hora aburrida de matemáticas, el instrumento adquiere la extraña propiedad de sentir. Es como si llorara o riera, según lo que pretendan las notas, los acordes, las melodías. Pero lo increíble es que, de repente, dejan de ser solo notas escritas en un papel; pasan a ser sentimientos, recuerdos, emociones desbocadas o serenas que brotan sin miedo a ser descubiertas.
Hay veces que, al tocar, logras esa armonía tan perfecta con el instrumento, te fundes con él de una manera tan explícita y perfecta que realmente parecéis uno. La madera se convierte en la piel de alguien a quien amas, a quien le coges la cara entre las manos y le acaricias cada rasgo para conocerlo, para memorizarlo. Un abrazo tan único y recíproco que es difícilmente igualable.
En ocasiones, esta extraña unión se produce al tocar en clase, y es como si alguien, en este caso quien la imparte, abriera una rendija en esa burbuja solo de dos y se metiera dentro como mero espectador. Similar a cuando eres observador del beso de una pareja, pero de esos besos que parecen más bien de uno solo, y te sientes algo incómodo por mirar, porque es algo extremadamente íntimo, aunque a la vez te invade una especie de euforia, provocada quizá por unos gramos de esperanza, al comprobar, y ser testigo, de un amor así. Creo que debe sentir algo parecido el profesor que esté presente en esas ocasiones.
No es solo un roce corporal. Es un roce corporal, y todo lo que este implica, y además un roce en algo mucho más profundo, algo que te toca un pedacito muy sensible de tu interior, y es entonces cuando manan ese sinfín de sentimientos que se dejan mecer por las notas de una obra, o una invención cualquiera, cuya función es, sencillamente, vocalizar, pronunciar esas emociones para que sean inteligibles para uno mismo, para el que toca, para el otro miembro de la pareja; son las palabras de amor.
Efectivamente, como en cualquier buen amor, ambos reciben. Uno acaricia, abraza, besa, hace sentir, y el otro es capaz de contarlo, e incluso de gritarlo a los cuatro vientos para que lo escuche quien alcance a hacerlo, de manera que también acaricia, abraza, besa y hace sentir algo que solo hace sentir la música.

Igual que hay veces que se hace el amor con música, la música se hace con amor.

DdA, X/2.533

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