Antes de nada, mucho me temo que
la conferencia política del Partido Socialista, celebrada esta pasado fin de
semana en Madrid, carecía de interés noticioso para buena parte de los
ciudadanos a los que podría ir dirigida. Son muchas las decepciones sufridas
bajo las falsas siglas del PSOE a lo largo de casi veinte años de gobierno,
como para que a estas alturas, en un intento desesperado por recuperar los
cuatro millones de votos perdidos en los últimos comicios, cualesquiera de los
líderes posibles llamados a liderarlo pueda convencer a esos electores de que
ese partido está en disposición de responder a las necesidades de esa mayoría
de ciudadanos que sufre la estafa financiera, mal llamada crisis.
Sin embargo, con todo y con eso, debido
probablemente a la imagen que me evocan ciertos nombres señeros del socialismo
español -consignados en una reciente edición del diccionario biográfico del
socialismo publicada por KRK-, no he podido sustraerme al tono emotivo del discurso
del presidente del Principado de Asturias. Creo que Javier Fernández fue uno de
los oradores que con más afán persuasivo construyó y pronunció su alocución,
por más que Rubalcaba intentara hasta la prejubilar extenuación hacer lo propio
con la suya.
Puso énfasis Fernández en la
recuperación de las siglas perdidas por el PSOE. Lo puso al incidir en el
partido como defensor de lo común, lo colectivo y lo social frente a la cruzada
del Partido Popular en contra de esos valores. Resaltó las diferencias que
separan al PSOE del PP, a los socialdemócratas -que en teoría ponen o deben poner límites a los
mercados- de los neoliberales, contrarios a toda regulación. El presidente del
gobierno de Asturias apostó por España como espacio público de ciudadanos libres,
iguales y partidarios de una sociedad laica, de valores públicos y de respeto a
la conciencia privada. “Queremos rescatar el estado social y devolver la
esperanza”, afirmó Fernández, olvidando que fueron varias las oportunidades históricas
en que su partido fomentó y defraudó esa esperanza en los últimos dos decenios.
Porque, vamos a ver, estimado presidente,
¿cómo puede entroncar el fondo de su discurso, tan vibrante y temperamental,
con la política de puertas giratorias ejercida desde la política por quienes
han sido y son respetados y hasta admirados compañeros suyos, gracias a que sus
responsabilidades de gobierno les depararon cargos directivos con pingües
emolumentos en empresas del sector energético, tales como las que se señalan y
aparecen en un reciente libro del periodista Andrés Gil?: Elena Salgado y Pedro Solbes (Endasa),
Felipe González (Gas natural), Manuel Marín y Braulio Medel (Iberdrola), Miguel
Ángel Lasheras, Ramón Pérez Simarro y Dionisio Martínez (Enagás), Josep Borrell
(Abenogoa), Luis Carlos Croissier y Paulina Beato (Repsol).
Dice
José Bono, el de La Mancha, que en cuestión de pactos prefiere un PSOE que lo
haga con el Partido Popular antes que con Izquierda Unida. Eso debe tener
relación, probablemente, con los otros gobernantes del PP que merced también a
sus altos cargos políticos, según recoge Gil en la lista que sigue a la del
PSOE, disfrutan también de un próspero destino en empresas similares a las
aludidas, con el megalómano Aznar a la cabeza.
Antes
que pactar con la izquierda desde la izquierda que el PSOE dice representar, la
vicesecretaria del partido ha preferido plagiar el eslogan que Izquierda Unida
eligió en 1990 con motivo de las elecciones autonómicas andaluzas. Lo ha
recordado un cronista del diario El Mundo
al hacer memoria de la campaña de Felipe Alcaraz, candidato entonces a la Junta
de aquella comunidad. Valenciano dijo que el PSOE saldría de la conferencia del
pasado fin de semana más rojo, más morado y más verde, igual que IU promocionó
su campaña con el citado candidato.
¿Tan
amustiada de ideas está la vicesecretaria para plagiar un eslogan que, además,
no debió de agradar lo más mínimo a su compañero Bono, potencial aliado del PP
hasta cuando su gobierno no deja de ahogarnos?
*Artículo publicado hoy en Astures.info
DdA, X/2.538
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