Ana Cuevas
La
vida de una mujer apenas vale nada en gran parte del planeta. En la
India, donde las mujeres son asesinadas o violadas incluso por los
miembros de su propia familia, un responsable de la policía declaró
hace unos días: "Si no podemos acabar con las violaciones,
disfrutémoslas". ¿Qué se puede añadir a esta demoledora expresión de
desprecio hacia el género femenino? Pero la cosificación de la mujer no
está constreñida a países en vía de desarrollo.
En el civilizado mundo
occidental se trafica con ellas, se les explota como esclavas sexuales,
se les maltrata y discrimina laboralmente... y también son asesinadas.
La herencia misógina que las religiones inculcaron a sangre y fuego,
tiene vigencia hoy en día. En los últimos diez años más de 700 mujeres
han sido víctimas en España de lo que algunos definen como "crímenes
domésticos" o "violencia de género". Ni siquiera una banda de criminales
profesionales como los miembros de ETA pueden presumir de ostentar este
macabro récord.
Mueren
a manos de sus parejas, de sus maridos, hombres que nunca las vieron
como seres libres e iguales y se sintieron dueños de sus vidas e incluso
de su muerte. Aunque no son los únicos culpables. La ideología
patriarcal forma parte del entramado social y político que nos legó el
franquismo. Actualmente, el acoso y derribo contra la libertad de las
mujeres y la equidad entre los géneros se está intensificando. La
segregación en la escuela o el retroceso en la ley del aborto son el
fruto de ese machismo rancio que promulgaba Pilar Primo de Rivera y que
ahora, sus descendientes intelectuales y políticos, intentan imponer
como ejemplo de virtud.
"Cásate y se sumisa" es el título del manual que
el arzobispo Martínez recomienda como libro de cabecera femenino. La
escritora es una católica preconciliar que aconseja la sumisión, e
incluso la enajenación mental, a las mujeres en relación con sus
esposos. Sobra reproducir su contenido. Es más, me niego a hacerlo. Pero
no quiero dejar de mostrar mi repugnancia porque un líder espiritual
nos aconseje la esclavitud y la estulticia como única alternativa a ser
asesinadas.
Ya intentan recortar nuestra libertad afectiva y
reproductiva. ¿Qué será lo próximo? ¿Reinstaurar el delito de brujería
contra las que nos declaramos insumisas? Pues van a hacer corto de leña
para apilar las hogueras porque (no gracias a dios sino a la razón y al
coraje) existen muchas mujeres con vocación de seres humanos libres. Lo
que ellos conocen tradicionalmente como Brujas. Servidora una de
ellas.¡Y a mucha honra, oiga!
DdA, X/2.542
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