Ayer murió de hambre en España un joven
polaco que aguaradaba turno para comer en un albergue. El día antes había
estado en un hospital en el que le dieron el alta, tras una breve atención
médica, con treinta kilos de peso. No hace mucho murió un joven emigrante sin
papeles que no recibió atención hospitalaria por carecer de tarjeta sanitaria pese a padecer un grave
enfermedad.
Miramos a Lampedusa y todo el mundo clama al cielo porque la
tripulación de unos barcos pesqueros no atendió a los centenares de emigrantes
que se arrojaban al mar cuando su embarcación se hundía, pero nuestro Ministerio
del Interior destinará más de un millón de euros en cámaras de vigilancia,
iluminación y mejoras de seguridad en el perímetro de la valla de Melilla que
en ocasiones asaltan unos seres humanos tan desesperados como los que llenaron
de muerte la isla italiana.
Hoy, ante la inminencia de la aplicación del
copago/repago en las farmacias hospitalarias que afectará de modo alarmante la
economía y/o la salud de los pacientes con menos recursos y más graves o
crónicas patologías, el delegado de la Federación Española de Enfermedades
Raras (FEDER) le plantea al gobierno de Mariano Rajoy y a su ministra de
Sanidad, Ana Mato, las siguientes preguntas: ¿Por qué se ceban con nosotros?
¿De dónde les viene esa obsesión por debilitar al débil? "Cuando hablamos de
enfermos crónicos -señala Justo Herranz, delegado de FEDER en Madrid,- hablamos
de pacientes que necesitan esa medicación toda la vida, todos los días. A nadie
con dos dedos de frente se le ocurre implantar una medida para
"disuadir" a los enfermos crónicos de que tomen su medicación".
Con
ese millón y pico de euros que nuestro gobierno invertirá en asegurar las
vallas de Melilla, también se pretende disuadir a quienes huyen de la muerte en
África, los más débiles de los débiles, y a los que nuestro mundo pretende
ignorar, bien sea plantando vallas o mostrando la cruel indiferencia de esos
barcos pesqueros que desatendieron una señal de socorro por no vulnerar la
legalidad.
Lo dijo la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini: los pesqueros no auxiliaron al barco por miedo a ser procesados por
favorecimiento de la inmigración clandestina, según una información que
publica el diario La Repubblica. Los náufragos habían provocado un incendio
para llamar la atención de los pesqueros, pero estos "se fueron porque
nuestro país ha procesado a pescadores y armadores que han salvado vidas
humanas".
En nuestro mundo se está procesando a la humanidad (con y sin mayúscula) y nuestro vigente gobierno y su ministra de Sanidad, Mato, colaboran, obsesionados por debilitar al más débil. Si esa es la ley, la ilegalidad debería ser una obligación.
Puntos de Página
+@¿Cuánta pobreza podremos soportar?, por Esther Vivas
DdA, X/2.502
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