viernes, 25 de octubre de 2013

EL NIÑO SILVA SANTÍN Y LA ESCUELA DE LA REPÚBLICA

Hace casi 80 años que mi padre salió a manifestarse por las calles de Villfranca del Bierzo con esa pancarta que dice: QUEREMOS EL GRUPO ESCOLAR:¡VIVA AZAÑA! Hoy,esa lucha sigue viva,cuando gobiernan los defensores de la ignorancia, los que quieren devolvernos al cura ordenándonos la vida desde el púlpito, los que quieren convertir a las mujeres en ciudadanas de tercera con menos derechos, los que fomentan el dolor de los pobres, la angustia de los padres sin recursos, el horizonte oscuro de quienes no pueden acceder a una enseñanza de calidad para tener y obtener una vida digna.


Félix Población

Emilio Silva Barrera, fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, nos recuerda hoy en Facebook a su padre, Emilio Silva Santín, fallecido el pasado mes de mayo y desde entonces enterrado junto a sus progenitores. El abuelo de Emilio Silva Barrera fue el primero de los nombres que, según dice su nieto, despertaron la memoria olvidada en fosas y cunetas sin nombre. Emilo Silva Faba fue el primer desaparecido del franquismo identificado con ADN y aquella exhumación en Priaranza del Bierzo en 2000, hace ya trece años, comportó el arranque del movimiento para la recuperación de la memoria histórica en España, movimiento luego seguido por miles de hijos y nietos de otros fusilados a lo largo y ancho de todo el país. 

Pues bien, en fechas como estas, marcadas por el éxito de la huelga general convocada en la enseñanza pública contra una política educativa que restringe las posibilidades de estudio de las familias menos favorecidas, Emilio Silva Barrera nos quiere ejemplificar el temple de la generación de su padre, educado en los principios éticos y cívicos que marcaron la vida de su abuelo. "Hace casi 80 años que mi padre -escribe- salió a manifestarse por las calles de Villafranca del Bierzo con esa pancarta que dice: Queremos el Grupo Escolar. ¡Viva Azaña! Hoy, esa lucha sigue viva, cuando gobiernan los defensores de la ignorancia, los que quieren devolvernos al cura ordenándonos la vida desde el púlpito, los que quieren convertir a las mujeres en ciudadanas de tercera con menos derechos, los que fomentan el dolor de los pobres, la angustia de los padres sin recursos, el horizonte oscuro de quienes no pueden acceder a una enseñanza de calidad para tener y obtener una vida digna".

Azaña vive en sus libros y en fragmentos de su excelente prosa relativos a la educación, tales como el que sigue y hoy me recuerda el profesor Luis Arias: "En la enseñanza queremos fundar la instrucción y educación sobre bases rigurosamente científicas. El cultivo de la inteligencia, la formación del carácter, constituyen una ciencia con principios tan firmes y tan demostrables como los teoremas de la geometría; si esos principios se quebrantan, todo se viene al suelo. Por lo tanto, debe proscribirse de la enseñanza cuanto vaya contra su propio fin; todo prejuicio, todo dogmatismo, todo propósito anticipado que no sea el único de ilustrar y dar a conocer. Así como no hay una manera atea y otra mahometana de explotar las minas ni trabajar el hierro, tampoco hay un sistema católico, ni cismático, ni budista de aprender la física, ni, en general, de agudizar el espíritu, de ponerle en aptitud de llegar a enterarse, que es de lo que se trata. Esta tarea, que es la más larga, es la decisiva. "Dadme la Universidad -decía Renán- y lo demás os lo abandono todo"

Marcelino Domingo, ministro de Instrucción Pública de la segunda República, dejó dicho, en una entrevista con Manuel Chaves Nogales que ahora se acaba de recuperar gracias a la edición de un libro con crónicas e interviús  de este escritor y periodista (La República y sus enemigos*), que en una democracia el problema fundamental es el de la capacidad de la democracia para gobernarse. "Esa capacidad se evidencia plenamente cuando la democracia cumple estos dos fines: el de elevar primero por la cultura el nivel medio del hombre y el de seleccionar, en segundo término, las aptitudes y los espíritus, constituyendo la aristocracia del saber, y con ella y por ella, la aristocracia que posibilite el ascenso al Poder de los mejores. Quiere decir esto -resumía Domingo-, que el primer problema de toda democracia es el de la enseñanza". 

La escuela pública obligatoria, laica, mixta, inspirada en el ideal de la solidaridad humana, fue sin duda el empeño primordial con el que arrancó la segunda República. Su proyecto educativo, en el que se abordaba la paulatina construcción de hasta 27.000 escuelas con un notable incremento en los hasta entonces precarios sueldos de los maestros, fue la piedra angular sobre la que iban a plantearse todas las reformas. Había que implantar un Estado democrático -según sostenía Domingo- y para eso era preciso un pueblo alfabetizado. 

Acosada desde su proclamación  por las fuerzas oscurantistas y reaccionarias que durante su hegemonía mantuvieron al pueblo en la ignorancia, con tasas de analfabetismo que rondaban el 60 por ciento bajo el reinado de Alfonso XIII, esas mismas fuerzas acabaron con la República a costa de la sangre de muchos de sus defensores, entre los que estaba la del padre de Emilio Silva Santín -ese niño de la pancarta que grita ¡Viva Azaña!-  y la de esas miles de víctimas que siguen enterradas como alimañas en fosas y cunetas, transcurridos más de setenta años desde que fueron asesinadas por el franquismo.

*Chaves Nogales, Manuel: "La República y sus enemigos". Editorial Almuzara, 2013.


A modo de ilustración más que oportuna para la ocasión, Emilio Silva Barrera aconseja ver el film "Arriba Hazaña!"

TESORO
Por si alguno de los lectores de este DdA no lo ha leído en su día, como este Lazarillo, aconsejo le lectura del artículo que con el título arriba indicado escribió Manuel Vicent y fue publicado en el diario El País el pasado 13 de octubre:

"Está amaneciendo. Es la hora de los pájaros. A los colegios e institutos llegan en bandadas niños y chavales cargados con sus mochilas. Ellos no lo saben, pero todos se dirigen a la isla del tesoro. Puede que ignoren dónde está ese mar y en qué consiste la travesía y qué clase de cofre repleto de monedas de oro les espera realmente. El patio del colegio se transforma, de repente, en un ruidoso embarcadero. Desde ese muelle lleno de mochilas cada alumno abordará su aula respectiva, que, si bien no lo parece, se trata de una nave lista para zarpar cada mañana. En el aula hay una pizarra encerada donde el profesor, que es el timonel de esta aventura, trazará todos los días el mapa de esa isla de la fortuna. Ciencias, matemáticas, historia, lengua, geografía: cada asignatura tiene un rumbo distinto y cada rumbo un enigma que habrá que descifrar. La travesía va a ser larga, azarosa, llena de escollos. Muchos de estos niños y chavales tripulantes nunca avistarán las palmeras, unos por escasez de medios, otros por falta de esfuerzo o mala suerte, pero nadie les puede negar el derecho a arribar felizmente a la isla que señalaron los mapas como final de la travesía. Ese mar está infestado de piratas, que tienen su santuario en la caverna del Gobierno. Todas las medidas que un Gobierno adopte contra el derecho de los estudiantes a realizar sus sueños, recortes en la educación, privilegios de clase, fanatismo religioso, serán equivalentes a las acciones brutales de aquellos corsarios que asaltaban las rutas de los navegantes intrépidos, los expoliaban y luego los arrojaban al mar. De aquellos pequeños expedicionarios que embarcaron hacia la isla del tesoro solo los más afortunados llegarán a buen término. Algunos soñarán con cambiar el mundo, otros se conformarán con llevar una vida a ras de la existencia. Cuando recién desembarcados pregunten dónde se halla el cofre del tesoro, el timonel les dirá: estaba ya en la mochila que cargabais al llegar por primera vez al colegio. El tesoro es todo lo que habéis aprendido, los libros que habéis leído, la cultura que hayáis adquirido. Ese tesoro, que lleváis con vosotros, no será detectado por ningún escáner, cruzará libremente todas las aduanas y fronteras, y tampoco ningún pirata os lo podrá nunca arrebatar".

 
DdA, X/2.521

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