Ana Cuevas
El abogado de Díaz-Ferrán solicita al juez que se le asigne al preso una cantidad de dinero mensual para comida y útiles de aseo. ¡No somos nada! Al parecer el ex-presidente de la patronal pasa hambre y no tiene ni un tubo de dentífrico que echarse a los dientes. ¿Qué pasó con los 88 millones de euros en los que se valoraba su patrimonio? Más de veinte propiedades que incluían fincas, pisos, gasolineras, locales comerciales, garajes y hasta un par de apartamentos en Nueva York. ¿Se volatizaron?
El abogado de Díaz-Ferrán solicita al juez que se le asigne al preso una cantidad de dinero mensual para comida y útiles de aseo. ¡No somos nada! Al parecer el ex-presidente de la patronal pasa hambre y no tiene ni un tubo de dentífrico que echarse a los dientes. ¿Qué pasó con los 88 millones de euros en los que se valoraba su patrimonio? Más de veinte propiedades que incluían fincas, pisos, gasolineras, locales comerciales, garajes y hasta un par de apartamentos en Nueva York. ¿Se volatizaron?
Sucedió lo mismo que con los sueldos que dejó de pagar
a sus trabajadores: ¡Zas! Desaparecieron como en un mal truco de magia. Pero
las cosas no desaparecen por sí solas, normalmente, alguien las oculta o cambia
la titularidad para esconderlas. El caso es que el pobre hombre no tiene ni
para una lata de atún en el economato de la cárcel. Sin embargo, y a riesgo de
que me llamen desalmada, no pienso colaborar en ninguna colecta para alimentar
o asear a don Gerardo. Será que todavía atrona en mis oídos la cantinela que
dedicaba a la clase trabajadora cuando aún era el mandamás de la CEOE: Hay
que trabajar más y cobrar menos. En el caso de sus empleados, incluso
no cobrar nada de nada.
Desde su atalaya, creyéndose a salvo de las miserias que
recetaba al proletariado, la palabra compasión no existía en su vocabulario.
Pero ahora, tras las rejas, intenta conmover nuestros corazoncitos con su
presunta precariedad carcelaria. Sí, la cárcel no se parece nada a la extensa
hacienda El Alamín donde reposaba de su truculenta vida como empresario y
cabeza visible de la CEOE. Es mucho más recogidita y más austera. Aunque no tan
austera como resulta la vida de muchos españoles acorralados por el paro y la
precariedad laboral. Al menos allí, en la cárcel, se puede comer todos los
días.
Y por lo de lavarse, ¡bah!, a estas alturas, la costra de
porquería que recubre su conciencia no se quita ni siquiera con trilita. Por mi
parte, ni un euro para Díaz-Ferrán. Que haga la dieta penitenciaria de la
alcachofa y ya verá que buen tipín se le queda. Sin rencores ¿eh?
DdA, X/2.527
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