domingo, 1 de septiembre de 2013

SE TRATA DE SALTAR SIN EXALTARSE

 
Alicia Población

Debemos tener bien claro qué es saltar y qué exaltarse, porque entre lo uno y lo otro hay una diferencia de un paro cardíaco.
Supongamos una hipotética y poco frecuente situación: supongamos que alguien hace algo, y no especifico si es a nosotros directamente, que nos resulte molesto o nos parezca injusto, aquí sí dejo bien claro la referencia al nosotros. Sabemos que no nos gusta lo que la otra persona ha hecho, ya sea a conciencia, lo que sería bastante feo, o sin mala fe, la cuestión es que tenemos claro que no estamos de acuerdo.
Llegados a este punto distinguimos varios tipos de sujeto, usualmente dos: por un lado el, no voy a llamarlo perezoso, sujeto que decide oír, ver y callar; tiene conciencia de la situación y de lo que a él le parece pero prefiere mantenerse al margen, sin intervenir, quizá por miedo, quizá por vagancia, o simplemente por el hecho de no discutir, ya que esto implica un esfuerzo (¿esfuerzo? ¿qué es eso?), en resumen, también por vagancia.
El otro sujeto suele ser el extremo opuesto, el que, además de ser plenamente consciente de la situación y de lo que piensa al respecto, lo grita a los cuatro vientos sin dejar escuchar, ni siquiera a él mismo, otros puntos de vista. Digamos que, presa de la rabia y la frustración, originadas por esa injusta o molesta hipotética situación, se ve invadido por una exaltación incontrolable que, a ojos del resto, le hace parecer un demente, y esto último resulta completamente improductivo.
Yo creo que lo que debemos hacer es saltar, no exaltarnos. Lo único que conseguimos con una exaltación descontrolada es que absolutamente nadie nos preste atención, por mucha razón que tengamos. Es una cuestión de forma. La forma de decir las cosas resulta, la mayor parte de las veces, más importante que la cosa en sí. Puede parecer grave, ya que denotamos con ello que la sociedad está dispuesta a prestar más atención al envoltorio que al paquete propiamente dicho; pero la gente es asustadiza y orgullosa y no acepta cuatro gritos por muy impregnados que estén de la más pura razón; como cuando riñes a un niño, que a veces lo único que consigues es hacerle llorar.
Sin embargo, el primer sujeto me parece excesivamente pasivo, por lo que creo conveniente la aparición en escena de un tercer sujeto, un sujeto que se encuentre en el término medio entre los dos anteriormente citados.
Creo que no se trata de huir de la discusión, por el motivo que sea, y tampoco creo que se trate de imponer una única razón sobre el resto. Se trata, en mi modesta opinión, de hacer saber el desacuerdo no con ánimo de convencer, sino con ánimo de informar. Se trata de saltar, saltar siempre, pero sin exaltars
e.

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