Modesto memorial en memoria de las víctimas. La mayoría de los nombres
son femeninos porque muchos hombres trabajaban en Galicia.
Félix Población
Quienes
visiten el atrayente Parque Natural del Lago de Sanabria y Alrededores y
mantengan una mínima relación con sus lugareños, siempre encontrarán en sus charlas
una referencia a la tragedia humana vivida en la localidad de Ribadelago una
fría noche de enero de 1959. La rotura de la presa de la Vega del Tera,
mientras el pueblo dormía, acabó con la vida de 144 vecinos, de los que solo se
recuperaron 28 cadáveres. Los restantes quedaron sumergidos en las
profundidades del lago glaciar, pues como expusieron públicamente las
autoridades del viejo régimen, tan
sagrada es la tierra como el agua para enterrar a los muertos. Eso sí,
después de que los equipos de submarinistas se retirasen, esas mismas
autoridades decretaron prohibir la pesca en el lago.
La rotura de
la presa, colmada por las abundantes lluvias invernales, se debió a fallos en
la construcción y a la mala calidad de los materiales empleados. Los propios
vecinos del pueblo eran conscientes de la chapuza, pues se percibían
filtraciones de agua de hasta 10 centímetros. Todo ello trajo consigo el
estruendo que se dejó oír aquella gélida noche en que el termómetro marcaba 18
grados bajo cero. Más de ocho millones de metros cúbicos de agua se deslizaron
como una ruidosa tronada por un desnivel de casi 400 metros, arrasando sobre
todo la parte izquierda del pueblo -situado a ocho kilómetros- bajo una ola de nueve metros de altura,
cargada de barro, hielo y rocas. Quienes conozcan la zona y hayan observado la
placidez de las noches de estío y la sonoridad que tienen en el valle las
esquilas del ganado, se podrán imaginar el estruendo de aquel montaraz tsunami,
así como lo repentino e intenso del pánico que asaltaría el sueño del
vecindario para convertirlo en la más inusitada y atroz de las pesadillas.
"Todo el pueblo de Ribadelago arrasado por una terrible inundación",
titulaba la prensa del régimen que, como el Nodo, no entró en las causas de la tragedia. La noticia
compartía portada con la entra triunfal de Fidel Castro en La Habana (foto superior).
titulaba la prensa del régimen que, como el Nodo, no entró en las causas de la tragedia. La noticia
compartía portada con la entra triunfal de Fidel Castro en La Habana (foto superior).
Y después, la emigración y la pesadilla pegada
a la memoria
Ángel, que
tenía once años entonces, me cuenta in situ que perdió trece familiares esa
noche y que él se salvó porque no durmió con el resto de sus primos en la casa
de la abuela. “En aquellos años no se gastaban psicólogos, así que los que
éramos chavales hemos tenido que vivir para siempre con el recuerdo muy vivo de
aquella desgracia, bien pegado a la memoria. Mi mujer todavía tiene pesadillas
por las noches y debo despertarla. Nunca olvidaré el aspecto del pueblo a la
mañana siguiente, con los cadáveres flotando en el agua o tirados por cualquier
parte. Hubo vecinos que se salvaron por subir a la espadaña de la iglesia.
Murieron más mujeres y niños que hombres porque muchos hombres trabajaban de aquella
en Galicia”
Los nombres
femeninos, en efecto, son mayoría en la lista inscrita en el modesto monumento
que recuerda el hecho, situado frente al mismo cañón del río Tera por donde les
llegó la muerte. La empresa Moncabril fue condenada a pagar casi 20 millones de
pesetas para indemnizar a las víctimas, pero muchas de esas indemnizaciones no
se hicieron efectivas por la desaparición en el lago de la mayor parte de los
fallecidos. Las que se entregaron se establecieron según un baremo que valoraba
a los hombres en 95.000 pesetas, a las mujeres en 80.000 y a los niños en
25.000. Al director, dos ingenieros y un perito de la citada empresa se les
condenó a un año de cárcel, pero tras recurrir fueron absueltos.
El viejo
régimen hizo construir un nuevo pueblo, cercano al arrasado, al que puso por
nombre Ribadelago de Franco, en agradecimiento al dictador, y que se supone debe
llamarse ya oficialmente Ribadelago Nuevo, tal como figura en el rótulo de la
carretera. Su trazado urbano y tipo de construcción prefabricada responden
con sus casas blancas y sus patios encalados al de cualquier pueblecito andaluz.
Levantado en una zona donde no da el sol en invierno, y teniendo en cuenta las
bajas temperaturas de la montaña, es lógico que una parte de la población haya
retornado al viejo emplazamiento.
Por un Museo de la Memoria en Ribadelago
Acuciados por
la desolación y la atroz vivencia sobrevenidas, buena parte del vecindario de
Ribadelago se vio obligado a emigrar a otros puntos del país, como la familia
de Ángel que lo hizo al País Vasco. “Si esto de Ribadelago hubiese ocurrido en
otro lugar de España -nada le digo si hubiera sido en Euskadi o Cataluña-, se
recordaría mucho más, pero Zamora sigue siendo la provincia del olvido, antes y
ahora, antes porque callábamos por fuerza y ahora porque los políticos no
cumplen lo que prometen y la gente no se lo exige”.
Se había
pensado en un Museo de la Memoria de Ribadelago, coincidiendo con los cincuenta
años de la catástrofe. Para ello, la Asociación Hijos de Ribadelago dispone de
un buen material documental que ya ha sido expuesto en varias ciudades del
país. Tal museo, que debería haber sido inaugurado el año pasado, sería un
homenaje a las víctimas y podría atraer a muchos visitantes de la zona, sigue
pendiente. El alcalde pedáneo del pueblo, Alfredo Puente, recuerda que hasta
vino el anterior delegado del Gobierno en Castilla y León hace un par de años
para revisar el lugar donde se iba a montar, dado que el viejo albergue de la
localidad fue cedido por la Diputación de Zamora al Gobierno anterior y este lo
cedió a su vez al municipio con ese fin.
Mientras eso
no ocurra, solo un pequeño y artesanal panel, en el centro de Interpretación
del Monasterio de San Martín de Castañeda, informa al visitante del Parque Natural del Lago de Sanabria de lo
que ocurrió aquella fría noche de enero de 1959 en la vecina localidad
sanabresa. En ese centro están las fotografías que tanto conmovieron a la
opinión pública en su día, entre ellas la de la familia de Felipe el Ciego
(Felipe San Román), que gracias a la ayuda de su mujer pudo salir con su bebé
de catorce meses por un agujero abierto en la techumbre de pizarra, algo que la
madre nopudo lograr. Es muy probable que esa fotografía haya inspirado el
cartel del film de Mario Camus Los santos inocentes (1984). Más todavía
que los desheredados personajes de la novela de Miguel Delibes, las víctimas de
Ribadelago tienen bien merecido ese título. Rescatar su memoria sería como aliviar en parte el peso del olvido en que quedaron sumergidos, bajo las profundas aguas del lago, más de un centenar de cadáveres.
Fotos: F. P.
*Artículo publicado hoy también en Público.es
Fotos: F. P.
*Artículo publicado hoy también en Público.es
DdA, X/2.483
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