Dicen
tozudamente los sabios modernos, los economistas, que para salir de la
recesión es imprescindible crear empleo y potenciar la demanda interna;
en definitiva el consumo. Necios. Para aclarar cómo se pueden crear
puestos de trabajo, antes tendrían que decirnos qué clase de trabajo y
en qué sectores de la economía sería posible o nos sugieren crear más
empleos. Sobre todo en los sectores primario y secundario de la economía
(el terciario, servicios, está hasta los topes). Pues, dejando a un
lado las actividades relacionadas con las energías renovables que los
monopolios energéticos controlan y frenan, no hay ni un solo campo
productivo donde la imaginación del empresario pueda fructificar. Aunque
hubiera pleno empleo, "todo" el mundo tiene de todo, sea nuevo o usado.
Y quien no tiene de todo es porque ha llegado a la conclusión que es
preferible prescindir de todo.
¿Quién no tiene coche nuevo o usado?
¿Quién no tiene un televisor, una cámara fotográfica, un ordenador, una
impresora, etc, etc, nuevo o usado? Las "mejoras" y "actualizaciones" de
los artefactos empeoran a menudo la eficacia del producto, cuyo manejo
también a menudo precisa de un curso en toda regla, y con tal de no
pasar por esa prueba le hacen al usuario desistir. Millones de viviendas
vacías, y millones de seres humanos sin vivienda en propiedad o en
alquiler ponen de manifiesto la irracionalidad de este sistema. El
acceso a un techo, algo indispensable, se ha convertido en un peligroso
obstáculo no ya para el bienestar, sino para la simple tranquilidad. De
dramas y paradojas resultantes de la conjunción de fuerzas de los
mercados y el desaliento de las personas está plagada esta sociddad.
El
capitalismo anterior, más despacio, y el financiero de modo galopante
se devoran a sí mismos con independencia de los inmensos estragos que
causan a la biosfera. La producción de todo cuanto cabe imaginar está
saturada y el consumo lo mismo, aunque haya infinitos deseos (en buena
medida artificiales) de productos y bienes materiales por satisfacer.
He aquí el problema, que tiene toda la pinta de ser como un querer
cuadrar el círculo.
El
capitalismo es una fuente de señuelos y oropeles y un factor de
inestabilidad psicológica, material y emocional, y una dimensión social
perversa desde el punto de vista moral. Propicia y mantiene y agranda
las diferencias naturales entre los seres humanos en lugar de ser el
objetivo estrecharlas el fin de la política y de la economía aplicada. Y
todo, en buena medida, porque se entrega el funcionamiento de la
sociedad, unas veces a la improvisación y otras al cálculo milimétrico,
en beneficio bastardo de los tecnócratas, de los políticos y de los
economistas. Los cuales, todos, sólo son capaces de explicar lo que ha
sucedido o lo que está sucediendo, pero en absoluto lo que va a suceder.
Porque si sus pronósticos fueran dignos de confianza, no sucederían
muchas de las desgracias sociales que sobrevienen. Y si hubiera un
especialista fiable lo ficharían todos los países del mismo sistema. No
sólo hay necios (desde el punto de vista de las consecuencias prácticas
de su saber) en el gobierno de las naciones. Es que todo sucede como
sucede, porque al frente de ellas no hay filósofos, ni profesores, ni
pedagogos ni sabios. Pues es inimaginable que, gobernado por ellos, grandes
porciones de población careciesen de lo indispensable (como ocurre ahora)
porque grandes mayorías no consumen a mansalva lo superfluo.
DdA, X/2.496
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