Hace
algunos días me suspendieron la cuenta de Twitter. Ello sucedió unas semanas
más tarde se suspender la cuenta de Facebook y justo en el momento del descarrilamiento
del tren de Santiago. Estoy muy clara en que comparto información que no gusta
al establishment dado que soy de las que creen
que la presente no es una crisis sino una enorme estafa y que estamos
gobernados, a nivel mundial, por delincuentes que, junto con el sistema
político, conforman una mafia que tenemos que desterrar del poder.
Como
soy periodista y ejercí en un país de América Latina, Venezuela, supe pronto que para el estatus quo la
libertad de prensa tenía matices, porque dicha libertad es libertad según para
quién sea. De ello dio buena
demostración Eladio Lárez, un famoso animador de la televisión venezolana, cuando la directiva de Radio Caracas Televisión
(RCTV)[1] lo mandó a principios de la década de los ochenta a supervisar el
informativo El Observador que hasta esa fecha había dirigido el periodista
Clemente Cohen.
Recuerdo
cuando Eladio Lárez llegó al centro de producción del informativo y viendo a un ciudadano que estaba siendo
entrevistado por un periodista, en uno de los videos que se estaban
editando, preguntó: “¿quién es este?
¿Qué hace saliendo en pantalla? Este señor no es nadie. No tiene ninguna
importancia. Este tipo de gente tiene que salir del informativo. Hay que entrevistar
a gente importante”. Vamos, en resumidas cuentas la opinión de la ciudadanía
para el señor Lárez no contaba.
Estando
en este canal, en esas mismas fechas,
recuerdo que llegó la noticia sobre la represión del gobierno de
Pinochet contra la población más desfavorecida de los barrios marginales de
Santiago de Chile. Los tanques de guerra
estaban entrando en esas fechas en los barrios para obligar a los
ciudadanos a que se replegasen y contuviesen su descontento. Me encontraba al
frente de la sección de internacionales e hice algo que disgustó a la
directiva del canal: di la noticia en la
primera parte y dejé correr el vídeo con la entrada de los tanques en los
barrios en silencio. El impacto de las imágenes era bestial, pero claro: los
ciudadanos de esos barrios, según el señor Eladio Lárez y la directiva de RCTV
eran unos “don nadie” y para los “don nadie” no había ni hay libertad de
prensa.
Pero
estamos en la era digital y las cosas cambian. Los “don nadie” tenemos ahora al
alcance de una tecla la posibilidad de saltarnos la mordaza que impusieron en
su día los “don alguien”. Jon Henley, del diario The Guardian que participó en el 3r Congreso
Mundial de Periodismo y Educación, celebrado en Bélgica del 3 al 5 de este 2013
habló sobre este tema.
Henley
indicó en su intervención que para él
fueron vitales las redes sociales cuando visitó Grecia, por razones de
trabajo en el 2012, para investigar el verdadero impacto de la crisis
financiera. Este periodista señaló que
Twitter le ayudó a llegar al punto central del tema que tenía que
tratar. Esta red social le permitió tener contacto con las fuentes ciudadanas
y, de esta forma, transmitir su punto de
vista.
Henley
indicaba que en la actual era del periodismo digital ya los periodistas no son
los únicos guardianes de la información porque el público se siente implicado
con lo que sucede y los ciudadanos son
conscientes de que son los protagonista. Por ello, no desean que su punto de
vista se vea tamizado por el de otro emisor que no sea él mismo. Pero esto, sin
duda, es visto como un peligro por el poder que gobierna el mundo el cual ha
llegado al extremo de espiar hasta a los usuarios de la Wikipedia[2]. Se nota
que la transmisión de información unidireccional, de la cual ellos tenían el
control, se le escapa de las manos y este hecho les disgusta. El estatus quo
corre peligro de saltar por los aires.
Y
mientras se vive esta transición, en la que cada día el ciudadano es más
consciente de la información que se les roba, y del engaño perpetrado por el
poder, salen noticias como el encuentro de los rieles que hundían los cuerpos
de los desaparecidos durante la dictadura de Pinochet sin la cobertura que este
hecho ameritaría por parte de los grandes medios. Como en RCTV la represión con
tanques a los chilenos “don nadie” no interesaba, la aparición de los cuerpos
desaparecidos durante la dictadura tampoco interesa. Hay que enterarse por los
canales alternativos. Esta es la situación del mundo del periodismo.
En
tanto, a los que participamos en las redes sociales, por muy humildes que
seamos, si hablamos de la verdad y la compartimos, se nos suspende con la
excusa que violamos las reglas, en el
caso de facebook que podíamos estar compartiendo pornografía y en el caso de
twitter que podríamos estar agrediendo a otro usuario. Esto es lo que hay. El
poder tratando de que no se le escape el control de las manos. Nuestra es la
labor de acelerar este proceso con las herramientas que se tengan a mano.
Pero
me temo que hoy, como ayer, corremos el peligro de que personas como el alcalde
del Partido Popular español, de Baralla, Lugo, Manuel González Capón, piensen
que "nos merecemos" que nos fusilen, como ocurrió con los
repúblicanos durante el régimen franquista o que "nos desaparezcan"
como se hizo durante las dictaduras argentina y chilena. Y el caso es que estas
personas no se consideran criminales y , por el contrario, se sienten
"honorables". ¡Qué frágil es la moral de ciertas personas que, de un
momento a otro pasan, con mucha facilidad, de una situación de honorabilidad a
otra hamponil!
Notas
Notas
[1] Esta es la emisora a
la cual el presidente de Venezuela Hugo Chávez no le renovó el permiso de
licencia para seguir transmitiendo en abierto. Continua con sus emisiones por
cable.
[2] El estatus en Wikipedia de
Edward Snowden, el excolaborador de la CIA que acaba de recibir asilo temporal
en Rusia, intentó ser cambiado de "disidente" a "traidor"
desde una dirección IP que se corresponde al Senado de EE.UU., según WikiLeaks.
La información fue proporcionada por el portal WikiLeaks a través de su cuenta en
Twitter donde han publicado un enlace
que muestra la propuesta de modificación del artículo. En la imagen se aprecia
cómo una revisión aprobada tacha al jóven de disidente, mientras que la versión
pendiente lo califica como traidor.
DdA, X/2.454
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