"Unos cuantos hombres honrados, que llegaban al poder sin haberlo deseado, acaso sin haberlo esperado siquiera, pero obedientes a la voluntad progresiva de la nación, tuvieron la insólita y genial ocurrencia de legislar atenidos a normas estrictamente morales, de gobernar en el sentido esencial de la historia, que es el del porvenir. Para estos hombres eran sagradas las más justas y legítimas aspiraciones del pueblo; contra ellas no se podía gobernar, porque el satisfacerlas era precisamente la más honda razón de ser de todo gobierno; y estos hombres, nada revolucionarios, llenos de respeto, mesura y tolerancia, ni atropellaron ningún derecho ni desertaron de ninguno de sus deberes. Tal fue, a grandes rasgos, la segunda gloriosa República Española, que terminó, a mi juicio, con la disolución de las Cortes Constituyentes [con la victoria de la derechista CEDA en las elecciones de 1933]. Destaquemos este claro nombre representativo: Manuel Azaña".
"Pero la traición fracasó dentro de casa -añade más adelante el poeta de Campos de Castilla-, porque el pueblo despierto y
vigilante, la había advertido. Y surgió la República actual, la más
gloriosa de las tres -digámoslo hoy valientemente, porque dentro de
veinte años lo dirán a coro los niños de las escuelas-; surgió la
tercera República Española con el triunfo en las urnas del Frente
Popular. Volvían los mismos hombres de 1931, obedientes al pueblo, cuya
voluntad legítimamente representaban; y otra vez traían un mandato del
pueblo, que no era precisamente la revolución social, pero sí el deber
ineludible de no retroceder ante ningún esfuerzo, ante ningún
sacrificio, si la reacción vencida intentaba nuevas y desesperadas
traiciones. Y surgió la rebelión de los militares, la traición madura y
definitiva que se había gestado durante años enteros. Fue uno de los
hechos más cobardes que registra nuestra historia. Los militares
rebeldes volvieron contra el pueblo todas las armas que el pueblo había
puesto en sus manos para defender a la nación, como no tenían brazos
voluntarios para empuñarlas, los compraron al hambre africana, pagaron
con oro, que tampoco era suyo, todo un ejército de mercenarios, y como
esto no era todavía bastante para triunfar ante un pueblo casi inerme,
pero heroico y abnegado, abrieron nuestros puertos y nuestras fronteras a
los anhelos imperialistas de dos grandes potencias europeas. ¿A qué
seguir?… Vendieron a España. Pero la fortaleza de la tercera República
sigue en pie. Hoy la defiende el pueblo contra los traidores de dentro y
los invasores de fuera, porque la República, que empezó siendo una
noble experiencia española, es hoy España misma. Y es el nombre de
España, sin adjetivos, el que debemos destacar en este 14 de abril de
1937".
Sirvan las palabras de Antonio Machado como mejor testimonio para resaltar la dignidad en su lucha de Gervasio Puerta García, hecha de la dignidad de aquellos hombres honrados y obedientes a la voluntad pregresiva de la nación, tan esenciales ahora y siempre para enfrentarse a los vientos regresivos de la historia, hoy en gestación global.
2 comentarios:
Gracias Tito Gervasio y Tita, Margarita Sanchez Alvaredo. No ha existido ser humano más dulce y bueno que tú, tita mía.
Elimino la foto por si interrumpe la buena lectura del texto. Gracias por tu memoria Ariadna.
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