Es un sarcasmo descomunal insistir en que estamos en un Estado de
Derecho, en medio de tanto abuso del poder bancario, económico e
institucional en uno de los países más corruptos del mundo y el primero
de Europa donde nos acercamos rápidamente a las condiciones sociales
casi medievales de los países del llamado tercer mundo. Sale un corrupto
casi a diario a relucir dando patadas a las piedras.
El partido del gobierno es el
primero en cantar ese supuesto Estado de Derecho. Detentar la mayoría
absoluta del poder político, ejercer una desaforada influencia sobre el
poder fiscal y sobre los principales órganos rectores del poder judicial
elegidos por ellos, controlar la mayoría de los medios gráficos y
audiovisuales en cada comunidad autónoma y en el conjunto del país, no
es para menos... El Estado de Derecho existe en la medida que ese
partido y otros cómplices lo afirman miles de veces hasta conseguir
hacer de la mentira verdad. Es muy conocida la treta.
Abusos e injusticias por
doquier: saqueo sistemático y desvergonzado de las arcas públicas
durante décadas; privilegios sin cuento para porciones de los grandes
propietarios y aforados, al socaire de la prepotencia; promesas
electorales sistemáticamente incumplidas en fraude al elector y al
sufragio: prevaricaciones y cohechos, sobornos y extorsiones en el
plano político; desfalcos, falsedades, engaños y estafas en el ámbito de
las Cajas de Ahorro que tuvieron una enorme utilidad social y se
convirtieron de la noche a la mañana en instrumento de enriquecimiento
injusto de sus administradores nombrados por el poder político, y de
ruina irreversible de millones de impositores. En primer plano, sigue en
teoría, depurándose la responsabilidad en los abusos de miembros de la
Casa Real y de la propia realeza.
Los innumerables procesos
penales sustanciados contra centenares del mismo partido por delitos de
toda clase, ya se verá en qué poco quedan para la suerte de esos
delincuentes...Aún resuena
el eco de un tal González Pons en la oposición, animando a la ciudadanía
española a sublevarse como en la Primavera Árabe se sublevaron los
egipcios contra el gobierno de aquel entonces. Aún se escucha a una tal
Aguirre incitando a lo mismo, a incumplir las leyes, a la insumisión y a
la desobediencia civil... sin que nadie ni nada les haya comprometido a
ambos ni siquiera en su responsabilidad y reputación, excepto ellos a
sí mismos.
Y sin embargo, en medio de tanta
basura, tanto delito, tanta prepotencia y tanta injusticia, Gordillo y
Cañamero, dos honrados y sensitivos ciudadanos que se resienten
gravemente de las condiciones oprobiosas en que viven millones de
andaluces, se ven ahora en el trance de convertirse en mártires de la
causa de los eternamente desposeídos. ¿Su culpa? Entrar pacíficamente en
una finca del Estado en protesta de la injusta distribución de la
tierra en su país donde enormes extensiones yermas de propiedad
particular o del Estado siguen sin cultivarse en gravísimo perjuicio de
grandes masas de población.
Si metemos todo lo que ha
sucedido y viene sucediendo en este país donde bulle durante treinta y
cinco años un simulacro de democracia, no os extrañe que muchos
comprendamos perfectamente lo que sucedió para que estallase una guerra
civil de la que siguen sacando provecho económico, político y social los
fascistas cuyos abuelos y bisabuelos ganaron. No tenéis más que
rastrear sus apellidos y compararlos y comparar su cinismo y altanería,
con los apellidos y sobriedad de los perdedores que vienen compitiendo
en la política y en la sociedad en general débilmente con ellos. Por este conducto se explican
también muchas cosas. Incluso la intolerancia hacia Gordillo y Cañamero,
jacobinos, comunistas y parte significada de la clase trabajadora; al
final, del pueblo llano.
DdA, X/2.434
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