Ana Cuevas
A este pueblo nuestro le han contado tantos cuentos que le ha
costado descubrir la esperpéntica realidad que le rodea. Cuentos
infumables con finales infelices sin perdices. Cuentos de terror en los
que unas barracudas ricachonas y opulentas persuaden a los pezqueñines
de que acabar en sus fauces es un sacrificio necesario. Truculentos
cuentos con tramas propias de Charles Dickens en los que pululan
criaturas hambrientas o ancianos desvalidos, desahuciados o estudiantes,
enfermos o parados y toda suerte de criaturas que el establishment
considera residuales y gravosas para el Nuevo Orden. Hasta nos
endilgaron un cuento sobre la democracia que casi nos convence de no ser
porque, al depredador sistema, se le está viendo algo más que la patita
por debajo de la puerta.
El caso es que a base de contarnos tantos
cuentos se nos están estimulando las neuronas creativas. No era su
intención (incitarnos a pensar, digo). Pero ahora empezamos a fabular
por nuestra cuenta. Y se nos ocurre un argumento más similar a un tebeo
del capitán Trueno. Una historia en la que los malos paguen por sus
villanías y los inocentes se salven de un fatal destino. Un relato en el
que las cadenas saltarán en mil pedazos y un vendaval de justicia
aventará al carajo a los indignos, corruptos e insensibles gobernantes
que están arruinando nuestras vidas. La marca España, por fin, resultó
ser la falta de vergüenza. Su enseña: Un chorizo rampante sobre un
campo sembrado de cinismo.
No es de extrañar que la gente, que cada vez
comemos menos embutido, estemos fantaseando con montar una gigantesca
barbacoa. Por eso merodeamos por las sedes del PP. Atraídos por el
delicado aroma de los selectos morcones y chorizos pata negra engordados
con pedazos de personas inservibles, básicamente pobres, que
constituyen una lacra para que los poderosos puedan seguir ejerciendo el
latrocinio. Pero también con financiaciones ilegales, prevaricaciones,
sobornos y piratería contra los ciudadanos en general. Una alimentación
que les da mejor lustre que las bellotas más selectas. Sus infames
lorzas porquinas excitan a un pueblo famélico de justicia. Por ello,
cada vez seremos más los que, como en el cuento de Hamelin, acudiremos a
las puertas de los secaderos donde planean merendarse lo que queda del
estado de bienestar.
Pero como sucede en los cuentos, el cazador puede
acabar siendo el cazado. Yo que ellos, en su condición choricera ,
andaría con mucho ojo. Tanto contoneo chulesco de sus corruptas carnes
está haciendo salivar a mucha gente. Una interminable ristra de
chorizos, puede dar de comer a mucha peña (que le pregunten a Bárcenas).
El Partido Popular elabora como nadie este embuchado. Nosotros
pondremos las parrillas y el hambre de decencia. ¡Es que van provocando!
DdA, X/2.439
No hay comentarios:
Publicar un comentario