Un joven concejal del Partido Popular, perteneciente al Ayuntamiento de Benidorm, ha anuciado su dimisión en una carta al vicepresidente de la Generalitat de Valencia en la que dice estar aterrado por la corrupción y defraudado con la política de recortes del Gobierno de Mariano Rajoy. "Me siento totalmente incapaz de pertenecer a un partido en el que he
dejado de creer", afirma al inicio de la misiva. David Devesa, que así se llama el exconcejal, considera que el vigente austericidio está acabando con la clase media española.
Asegura Devesa que se afilió al partido para
"desarrollar mi vocación política poniendo mi granito de arena en
mejorar las condiciones de vida de mis conciudadanos y luchar por una
regeneración política que entendía, hoy aún más, absolutamente
necesaria". A mi juicio, el señor Devesa, militante del Partido Popular desde hace solo dos años, debería haber reparado entonces en que esa filosofía suya no cuadraba con los indicios serios de corrupción rampante que se daban en el PP, aunque el nuevo militante tuviera todavía sus expectativas sobre el cumplimiento del programa electoral de Rajoy.
En todo caso, es muy respetable y hasta digna de encomio la decisión tomada por el exconcejal de Bendidorm, sobre todo si se compara con la actitud de la exlideresa Aguirre, que anteayer dijo sentirse totalmente abochornada ante la corrupción de su partido, pero en el partido sigue, dando reiteradas pruebas de contumaz ariete en las pugnas intestinas, sindiendose excluída con gran cinismo de lo que ahora le causa vergüenza. Debe recordarse que la trama Gürtel surgió en el ámbito de gobernación de doña Esperanza como presidenta de la Comunidad de Madrid y entre sus fieles
adictos y protegidos. Fue su epicentro la zona
norte de la región, en los ayuntamientos de Pozuelo de Alarcón, Boadilla del
Monte y Majadahonda, a los que cabe añadir los de Las Rozas, Guadarrama,
Galapagar, etc. Justo después de hacer público su bochorno por las corruptelas ajenas de sus compañeros, el diario El Mundo revelaba ayer que desde el gobierno de doña Espe se habían pagado los gastos de la campaña electoral del PP en 2007.
Muchos en su partido agradecerían que la exlideresa se creyera su absoluto bochorno e hiciera como David Devesa: irse. Con ello es posible que contribuyera a la regeneración del PP, en el caso de que esto fuera factible antes de la llegada del previsible redentor cuyo nombre no hace falta mentar y con el que hacer frente a unos previsibles comicios adelantados, otra probabilidad nada descartable.
EN UN UNIVERSO EXTRAÑO
En Francia la muerte del joven Clément Méric, el 5 de junio a manos de
un mamporrero de extrema derecha, ha evidenciado que ya hay que pelear
hasta por el consenso antifascista que fue firme en la segunda mitad del
siglo anterior. Se ha presentado al valiente adolescente de 18 años, un
alumno brillante admirado por sus profesores, una persona frágil que
acababa de superar un cáncer, como un “extremista”. Se ha explicado que
fue él quien empezó la bagarre. Se reduce a mera bronca, a
“pelea entre bandas” una reacción que se creía rodeada de una elemental
legitimidad: reaccionar y no tolerar que gente violenta con esvásticas
tatuadas en el cuello se paseen por una ciudad que deportó a decenas de
miles de judíos y que se creía vacunada por aquella vergüenza contra ese
tipo de símbolos. Eso ya no es así.+@Rafael Poch, La Vanguardia
DdA, X/2.425
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