Venimos desde hace años
asistiendo al espectáculo escandaloso del abuso del poder institucional:
político, bancario, financiero y empresarial, que ha vaciado las arcas
públicas de este país durante dos largas décadas. Y de un tiempo a esta
parte, al no menos bochornoso de una Fiscalía constituida en procesos de
corrupción en virtual defensor de los imputados del partido del
gobierno. Ahora irrumpe un nuevo hecho grave que amenaza a la justicia y
a la frágil estabilidad del país: la revocación a cargo del órgano
superior, inducida por esa misma fiscalía, del auto del instructor.
Revocación, además, en términos tan denigratorios para el juez como los
que el propio órgano atribuye al auto de éste, y con la misma jerga que
la de los portavoces del partido a que pertenece el imputado al
relacionar la decisión del juez con la misma e imaginaria "causa
general" abierta misteriosamente contra el partido en el gobierno; un
gobierno que copa prácticamente todos los resortes del Poder en todos
los ámbitos.
El
caso es que tras haberse librado de los cargos que pesaban sobre él un
tal Naseiro, perteneciente al mismo monipodio que gobierna este país,
cayó en desgracia el juez Garzón, que fue expulsado por otro órgano.
Ahora el juez Silva lleva el mismo camino.
Y
entre tanto, todos los imputados de la Gurtel, libres desde que empezó
la instrucción gracias a la denuncia de un concejal; alguno ha pasado un
corto tiempo por la cárcel, pero ninguno ha devuelto ni un solo euro al
erario público. Dilaciones y más dilaciones en espera de más pruebas
pese a que las hay abrumadoras y en espera de que se celebre un juicio
que, por lo que se adivina, lleva camino de no celebrarse nunca; o bien
en espera de que sean invalidadas las pruebas o de que sea apartado el
juez instructor o de que éste acabe separado de la carrera judicial,
hacen de la justicia de este país, además de lo dicho, una auténtica
farsa.
La
única esperanza que le queda a la ciudadanía en esta cueva de ladrones
de lo público, y ya que los políticos honestos han sido incapaces de
depurar a los corruptos, es que la justicia que juzga remate la tarea de
la justicia que instruye. Porque si los tribunales exculpan a esos
infames con argucias leguleyas y los órganos de gobierno coartan el
trabajo de los instructores con triquiñuelas sobre lo formal de la
instrucción, accesorio del fondo del asunto, favoreciendo a la ideología
dominante, y los culpables no son castigados ni obligados a devolver
los miles de millones incautados, el daño que habrá de causar a este
país la propia justicia agravará aún más la crisis económica, laboral,
educacional y sanitaria.
DdA, X/2.416
1 comentario:
"Siento decir también que los atenienses son terribles en eso de robar al Tesoro Público, y que, a pesar del peligro que corre el ladrón, son los más distinguidos los que más roban, del mismo modo que son los más distinguidos los que forman parte de la magistratura"
(Jenofonte, en la retirada de los diez mil)
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