Quedémonos, sobre todo, con este párrafo del artículo de Manuel Vicent que publica hoy el diario El País y que, como siempre que el escritor afina, nos sirve para dar en la diana de lo que pensamos y nos desazona ante la realidad que vivimos: "El poder
económico que gobierna el mundo desde el otro lado del espejo necesita
que en cierto modo los políticos sean corruptos porque la corrupción
política encubre la suya propia, el desprecio con que se sacia el
público les sirve a los intocables de parapeto". Habla Vicent también de la feria de la democracia y este Lazarillo no puede evitar una vez más la sugerencia de que el el reputado columnista haga por fin esa crónica del reinado de Juan Carlos I que ya esbozó muy por encima y sin cargar las tintas con su último libro, El azar de la mujer rubia. Espero que sea posible cuando el mejor escritor de periódicos del reino en cuestión opte por el retiro y pueda plantearse una relación al detalle de los episodios nacionales que marcaron la monarquía restaurada por Franco. He aquí el artículo de Manuel Vicent de hoy:
Desayunarse con un sapo cada mañana, es la dieta que suele seguir quien
aspira a dedicarse a la política. Tampoco le viene mal tener la cara de
cemento, porque, si bien Maquiavelo no dijo nada sobre esto, el político
es un ser que nace, crece y se presenta ante la sociedad solo para ser
insultado. Cada cuatro años los votantes eligen a los que van a zaherir,
despreciar y hacer objeto de sus chanzas. Ganar unas elecciones
significa ocupar el primer puesto en el barracón del pimpampum de esta
feria de la democracia. Tampoco la oposición se libra de esta granizada
de humor y desprecio. Detrás de los políticos de cualquier bando están
los que mandan de verdad: entes económicos difusos e intocables cuyo
armamento invisible desarrolla una contundente capacidad de fuego cuando
las circunstancias lo requieren. En la Gran Depresión del 29 del siglo
pasado los banqueros y grandes industriales se arrojaban al vacío por la
ventana, porque su ruina era personal e intransferible. Hoy solo se
suicidan los pobres. Puede que un obrero en paro al que han desahuciado
se queme a lo bonzo en la puerta de la empresa, pero detrás de la razón
social que se exhibe en la fachada no existe ningún rostro concreto,
imputable. Los políticos solo son la sábana de estos fantasmas. El poder
económico que gobierna el mundo desde el otro lado del espejo necesita
que en cierto modo los políticos sean corruptos porque la corrupción
política encubre la suya propia, el desprecio con que se sacia el
público a los intocables les sirve de parapeto. ¿Quién es Barak Obama
sino un ser que ocupa la Casa Blanca con la única misión de vender con
voz de blues las órdenes que recibe? En teoría se trata del
hombre más poderoso del planeta que no ha podido eliminar la cárcel de
Guantánamo, que da por bueno que en nombre de la seguridad haya una red
de espionaje mundial y acepta que en el Despacho Oval pueda haber un
grillo detrás del retrato de George Washington. Los políticos están ahí
para que la burla que volcamos en ellos dé salida franca a la
frustración social. En su espejo mediocre se refleja nuestra
mediocridad, por eso es tan excitante romper ese escaparate tan frágil,
mientras el poder, a salvo del escarnio, se permite mover los hilos
impunemente en la oscuridad.
Puntos de Página
DdA, X/2.422
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