Lazarillo
Ruth Brandon, historiadora de la cultura y novelista
británica, ha publicado recientemente en Tusquets un libro sumamente interesante sobre la industria cosmética, basándose en dos figuras clave de la misma: Helena Rubinstein (1870-1965) y el químico Eugène Schueller (1881-1957), creadores respectivamente de los imperios Rubinstein y L'Oreal, aunque la biografía de los dos no sea todo lo exhaustiva que cabría esperar. Una y otro hubieron de romper antes el tabú que impedía a las mujeres utilizar productos de belleza, algo que si en un principio se empleó con objetivos matrimoniales, después fue un herramienta para encontrar trabajo. Ambas empresas proyectaron centenares
de productos (cremas faciales, lociones, tintes capilares) y, sobre
todo, generaron la necesidad de consumirlos por medio de sabias campañas de propaganda, en algún caso rompedoras. También sortearon todas
las avatares históricas del siglo xx: la depresión económica del 29
o la ocupación nazi de Francia y el auge del antisemitismo, cuya
sombra acabó proyectándose sobre los negocios de Schueller por haber colaborado con el nazismo. A través de esas dos existencias contrapuestas, Brandon relata un denso
entramado de rivalidades –que alcanza su máxima intensidad en 1988,
cuando L’Oréal adquirió la empresa de Rubinstein– y nos conduce a reflexionar sobre la desmesurada mercantilización de la imagen en nuestra sociedad y
los artificiales estándares de belleza. Que L'Oreal absorbiese la empresa fundada por Rubinstein es algo que la autora resalta en la introducción del libro, porque Helena era una judía polaca de muy humilde familia -también Shueller nació en una casa modesta-, y el químico francés se mostró particularmente receptivo a las ideas fascistas, siendo este antagonismo algo que les sobrevivió. "Desencadenó -dice Ruth Brandon- una serie de escándalos que no solo arrojaron una luz nueva (a la vez que siniestra) sobre L'Oreal, sino que también puso en jaque la reputación de algunos de los hombres más poderosos de Francia, entre ellos el mismísimo presidente de la República, Nicolas Sarkozy". Se refiere la autora al affaire Liliane Bettencourt, hija de Schueller y esposa de André Bettencourt, con el que Brandon pone fin a su magnífico libro. La historia se inició en 2007 y acabó convirtiendo un asunto familiar en asunto de Estado, pues como consecuencia de unas grabaciones se descubrieron cuentas secretas en Suiza y una financiación ilícita de la campaña presidencial de Sarkozy, por lo que el caso acabó en 2011 con el pago al Estado por parte de madame Bettencourt de 108 millones de euros.
DdA, IX/2391
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